BAGDAD/MADRID, 12 Jun. (OTR/PRESS) -
Estados Unidos ha adoptado una estrategia militar en Irak que, a largo plazo, tiene visos de convertirse en un nuevo elemento de desestabilización y confrontación armada en Oriente Próximo, la región más volátil del planeta. El Ejército estadounidense está rearmando a algunas de las milicias suníes que campan a sus anchas en las distintas provincias del país, lo que, según algunos sectores castrenses, ayuda a limitar los atentados contra los militares y a combatir a los terroristas de Al Qaeda. Sin embargo, la estrategia mira a largo plazo: con unas Fuerzas de Seguridad de 350.000 hombres fundamentalmente chiíes, armar a los suníes podría ser poner la semilla de una futura guerra civil.
Inmersos en una guerra de guerrillas en la que EE.UU. sólo tiene las de perder y con un reguero constante de bajas en sus filas que la opinión pública estadounidense cada vez tolera menos, el Ejército norteamericano trata de controlar la situación haciendo fuertes a los suníes a los que un día expulsaron del Gobierno, donde habían llegado de manos del partido panarabista Baaz y desde donde disfrutaron de una posición de poder sobre los chiíes, comunidad religiosa mayoritaria en Irak, pero minoritaria en el mundo árabe. Según informaciones de 'The New York Times' recogidas por OTR/Press, los oficiales estadounidenses han probado esta técnica en la provincia de Anbar y, a corto plazo, parece haber dado resultados.
Al parecer, el comandante de las tropas estadounidenses en la región mantuvo negociaciones con grupos suníes que mantuvieron vínculos con Al Qaeda en Mesopotamia -y que, según asegura el rotativo, en ningún momento lucharon encarnizadamente contra EE.UU.- pero que posteriormente se 'desilusionaron' con las tácticas de atentados indiscriminados contra población civil. Así, según el rotativo, las milicias suníes de Anbar aceptaron colaborar con el Ejército de EE.UU. y recibir armas, municiones, dinero, gasolina y provisiones a cambio de luchar contra Al Qaeda y detener los atentados contra los militares estadounidenses.
De hecho, dado los relativamente buenos resultados que dieron dichos acuerdos, los comandantes de cada una de las provincias se reunieron con el general David H. Petraeus para discutir las condiciones que los grupos suníes deben reunir para recibir la asistencia estadounidense. Una de las condiciones fijadas por los militares fue que toda milicia que reciba armamento debe pasar por una suerte de control biométrico, dar sus huellas dactilares y un escáner de retina, además de registrar el número de serie de sus armas, lo que, creen, serviría para evitar que esas armas se vuelvan contra EE.UU.
PLANES A CORTO PLAZO
Uno de los comandantes presentes en la reunión con Petraeus consideró que esta táctica podría servir para tender puentes entre los suníes que formaban del derrocado partido Baaz y las milicias que funcionan por libre en Irak. Aunque sólo funcione en una parte, consideró el comandante, puede ayudar a estabilizar Irak y a que las tropas de EE.UU. puedan comenzar su repliegue el año que viene sin ser víctimas del constante azote de la insurgencia. Por ello, el Ejército está exportando el modelo de la provincia de Anbar a otras regiones del país, que incluyen ciertos barrios de Bagdad, especialmente el bastión de Amiriya.
Sin embargo, EE.UU. espera estabilidad de un grupo, advierten los críticos, que coge las armas que le ofrecen con la afirmación "os odiamos porque sois el ocupante, pero odiamos más a Al Qaeda y aún más a los persas", apelativo que los suníes utilizan con los chiíes, que tienen el apoyo de Irán, nación mayoritariamente chií. Así, la estrategia de armar a las milicias suníes no sólo contribuirá a crear 'señores de la guerra' que, más pronto o más tarde, se moverán por sus propias leyes, sino que, además están poniendo la semilla de una guerra civil cuyos efectos menos devastadores ya se han visto en las 100 víctimas diarias que el conflicto entre comunidades religiosas ha dejado desde febrero de 2006.