LOS ÁNGELES, 17 Dic. (OTR/PRESS) -
Los rayos solares podrían afectarnos más de lo que creemos. Y es que el cambio magnético terrestre, que protege a nuestro planeta de las nocivas radiaciones solares, ha desarrollado dos agujeros que permiten que las partículas de nuestra estrella lleguen a la Tierra. Esta es la principal conclusión de una serie de investigaciones patrocinadas por la NASA y la National Sciencie Foundation. Según Vassilis Angelopoulos, investigador principal de la NASA para la misión THEMIS y profesor de la Universidad de California, este descubrimiento no sólo ayudará a determinar cómo y cuándo las partículas solares penetran en el campo magnético de la Tierra sino que también podrá ser utilizado para predecir tormentas solares que podrían ser graves.
El campo magnético terrestre actúa como un escudo contra el bombardeo continuo de partículas del Sol. Debido a que las partículas del Sol (iones y electrones) están cargadas eléctricamente, éstas generan fuerzas magnéticas y la mayoría son desviadas por el campo magnético de nuestro planeta. Sin embargo, nuestro escudo magnético resulta ser una protección con fugas y el número de partículas que atraviesan ese escudo depende de la orientación del campo magnético del sol.
Tradicionalmente, los científicos consideraban que cuando el campo magnético del Sol se encuentra alineado con el de la Tierra, ninguna o muy pocas partículas solares atravesaban el escudo terrestre. También habísa quien pensaba que el escudo era menos efectivo cuando el campo magnético del Sol estaba en dirección opuesta a la Tierra.
Pero sorprendentemente, las recientes observaciones de la misión THEMIS (Times History of Events and Macroscale Interactions during Substorms) han demostrado lo contrario. "Cuando el campo magnético del Sol se encuentra alineado con la Tierra, se filtran veinte veces más partículas", explica Marit Oieroset, autor principal de uno de los dos documentos sobre esta investigación en declaraciones a 'Geophysical Research Letters' recogidas por otr/press.
EXISTENCIA DE UNA "PUERTA CERRADA"
Desde hacía bastante tiempo, los investigadores sospechaban que este mecanismo de "puerta cerrada" pudiera existir, pero no sabían lo importante que era. "Era como si supiéramos que había una grieta, pero no qué consecuencias podía tener", asegura Oieroset.
Hasta el momento, sólo se había podido mostrar una pequeña parte de esta enorme capa de partículas solares en el interior del escudo magnético de la Tierra. Pero las cinco naves enviadas por THEMIS pudo medir la totalidad de la capa. Así, el THEMIS pudieron descubrir el tamaño de la fuga, pero no su ubicación.
Esto fue descubierto por Li Wenhui y su equipo, de la Universidad de New Hampshire. Para ello, utilizaron una simulación por ordenador para descubrir dos ajugueros que se desarrollaban en el campo magnético terrestre: uno de ellos en una alta latitud del hemisferio norte y otro en el hemisferio sur. Esta simulación también mostró la forma en que se desarrollaron las fugas.
PROBLEMAS DE LAS TORMENTAS MAGNÉTICAS
Las partículas solares por sí mismas no causan graves problemas en la meterología espacial, pero obtienen energía cuando el campo magnético solar se coloca en posición opuesta al de la Tierra. Entonces, la energía de estas partículas causan tormentas magnéticas que pueden sobrecargar las líneas eléctricas con un exceso de corriente, provocando así apagones generalizados. Del mismo modo, las partículas pueden causar tormentas de radiación, presentando riesgos para las naves espaciales en órbita y para los astronautas que las atraviesan en su camino a la Luna o a otros destinos del Sistema Solar.
"Cuantas más partículas hay, más grave es la tormenta", asegura Joachim "Jimmy", coautor del estudio. "Si el campo solar se ha alineado con la Tierra durante un tiempo, ahora sabemos que el campo terrestre está muy cargado de partículas solares y que debemos estar preparados para una fuerte tormenta". Este descubrimiento permite a los investigadores predecir la gravedad de las tormentas solares, de forma similar a como se pronostican los huracanes más intensos en función de la temperatura de los océanos.