MADRID 20 May. (EUROPA PRESS) -
Investigadores la Universidad de Cambridge en Reino Unido han descubierto que la mayor sociabilidad de una persona podría depender de la estructura cerebral: a mayor concentración de tejido en ciertas partes del cerebro, mayor es la posibilidad de que la persona sea más sensible y afectuosa. Los resultados de la investigación se publican en la revista 'European Journal of Neuroscience'.
Los científicos, dirigidos por Maël Lebreton, examinaron la relación entre personalidad y estructura cerebral en 41 voluntarios que pasaron por imágenes de resonancia magnética (IRM) y completaron cuestionarios sobre su sociabilidad. Las respuestas proporcionaban una medida sobre la afectuosidad emocional y la llamada dependencia de la recompensa social.
Los investigadores analizaron después la relación entre la dependencia de recompensa social y la concentración de materia gris, el tejido que contiene células cerebrales, en diferentes regiones del cerebro. Descubrieron que a mayor concentración de tejido en la corteza orbitofrontal, la banda más externa del cerebro que se encuentra sobre los ojos, y en el estriado ventral, una estructura profunda del centro del cerebro, mayor tendía a ser la puntuación en dependencia de recompensa social.
Según explica Graham Murray, director del estudio, "la sociabilidad y la afectividad emocional son características muy complejas de nuestra personalidad. Esta investigación nos ayuda a entender en el nivel biológico por qué las personas difieren en los grados en los que expresan estas características".
Sin embargo, Murray advierte que la investigación no puede probar que estas estructuras del cerebro determinen la personalidad, ya que podría ser que la personalidad a través de la experiencia ayudara en parte a determinar la estructura cerebral.
Los autores añaden como punto a destacar que la corteza orbitofrontal y el estriado ventral han demostrado ser importantes en el procesamiento cerebral de recompensas mucho más simples como los sabores dulces o los estímulos sexuales.
Según explicó Murray, "es interesante que en el grado al que descubrimos la interacción social como recompensa se asocia a la estructura de nuestros cerebros en regiones que son importantes para motivaciones biológicas muy simples como los alimentos, los líquidos dulces y el sexo".
El investigador añade que quizás esto proporcione indicios sobre cómo evolucionaron características complejas como la sensibilidad y el afecto a partir de estructuras que en los animales inferiores originalmente eran importantes para los procesos de supervivencia biológicos básicos.
La investigación podría también conducir a nuevos conocimientos sobre los trastornos psiquiátricos en los que son importantes las dificultades en la interacción social como el autismo o la esquizofrenia.