MADRID, 1 Ago. (EUROPA PRESS) -
Los planetas se enfrían a medida que envejecen. Con el tiempo sus núcleos fundidos se solidifican y la actividad de generación de calor interno mengua. Cada vez son menos capaces de mantener el mundo habitable mediante la regulación del dióxido de carbono para evitar un calentamiento o una congelación desbocados.
Pero los astrónomos de la Universidad de Washington (UW) y la Universidad de Arizona han descubierto que para ciertos planetas del tamaño de la Tierra, la atracción gravitacional de un planeta compañero exterior podría generar suficiente calor - a través de un proceso llamado calentamiento por marea - como para prevenir eficazmente el enfriamiento interno, y extender la oportunidad de que el mundo interior albergue vida.
El astrónomo de la UW Rory Barnes es el segundo autor de un artículo publicado en Monthly Notices de la Royal Astronomical Society. Los autores principales son la estudiante graduada Christa Van Laerhoven y el científico planetario Richard Greenberg de la Universidad de Arizona.
El calentamiento de marea resulta del empuje gravitacional y la atracción del planeta compañero exterior sobre su vecino más cercano, dijo Barnes. El efecto ocurre a nivel local, por así decirlo, en las lunas de Júpiter Io y Europa. Los investigadores demostraron que este fenómeno puede también tener lugar en exoplanetas, aquellos que están fuera del sistema solar.
Usando modelos informáticos, los investigadores encontraron que el efecto puede ocurrir en planetas más antiguos del tamaño de la Tierra
en órbitas circulares en la zona habitable de estrellas de baja masa, o aquellas con al menos un cuarto de la masa del sol. La zona habitable es la franja de espacio alrededor de una estrella que permite que un planeta rocoso mantenga agua líquida en su superficie, lo que daría la vida una oportunidad.
"Cuando el planeta está más cerca de la estrella, el campo gravitatorio es más fuerte y el planeta se deforma. Cuando está más lejos de la estrella, el campo es más débil y el planeta se relaja en una forma más esférica", dijo Barnes. "Esta flexión constante hace que las capas en el interior del planeta rocen entre sí, produciendo un calor de fricción".
¿DESTINO FINAL PARA LOS HUMANOS?
El planeta exterior es necesario, añadió Barnes, para mantener la órbita no circular del planeta potencialmente habitable. Cuando la órbita de un planeta es circular, la fuerza gravitacional de su estrella anfitriona es constante, por lo que su forma no cambia nunca, y no hay calentamiento de marea.
Y así, concluyen los investigadores, cualquier descubrimiento de planetas del tamaño de la Tierra en la zona habitable de estrellas pequeñas y antiguas debe seguirse en busca de planetas acompañantes externos que podrían mejorar la oportunidad del mundo interior para acoger vida.
El efecto combinado de la tectónica propia del antiguo planeta y el calentamiento de marea generado por el compañero exterior, dijo Barnes, podría permitir que tales planetas acojan algunos de los hábitats de superficie más longevos en el universo. "Tal vez en un futuro lejano, después de que nuestro sol ha desaparecido, nuestros descendientes vivirán en mundos como estos".