MADRID, 4 Nov. (EUROPA PRESS) -
La Agencia Espacial Europea (ESA) lanzará el próximo 2 de diciembre la que considera "la misión más ambiciosa de su historia": LISA Pathfinder.
Se trata de un proyecto que pretende demostrar la existencia de las ondas gravitatorias, oscilaciones en el tejido del espacio-tiempo predichas por la teoría de la relatividad general de Albert Einstein.
Según ha apuntado la ESA, ambos sucesos son la expresión más directa de la acción de la gravedad de un cuerpo con masa en el Universo, pero todavía se mantienen en el terreno teórico. Los diferentes esfuerzos por encontrar evidencias de su existencia no han arrojado resultados concluyentes.
LISA debería ser capaz de detectar dichas evidencias, pero antes de que pueda hacerse realidad, es necesario enviar una misión de prueba que permita saber si el método tecnológico elegido para 'cazar' las ondas gravitatorias es el adecuado. Esa misión es LISA Pathfinder, que un cohete Vega lanzará el espacio desde el puerto espacial de Kourou (Guayana Francesa)
CÓMO FUNCIONA LISA PATHFINDER
El satélite es una versión en miniatura, relativamente hablando, de lo que podría ser LISA, u otra misión futura de detección de ondas gravitatorias. En su interior incluye dos cubos de una aleación de oro y platino de 46 milímetros, suspendidos cada uno en su propio contenedor de vacío y separados por 38 centómetros. Entre ellos se encuentra un interferómetro en un banco óptico de 20x20 centímetros.
Está formado por 22 espejos y difractores de rayos que dirigen dos rayos láser a través del banco. Uno de esos rayos se refleja en las dos masas en caída libre, mientras el otro sólo se desplaza por el banco óptico. Comparando la distancia de los distintos recorridos de ambos haces se pueden monitorizar con precisión los cambios en la orientación y la separación entre las dos masas de prueba, ha explicado la ESA.
LISA Pathfinder será lanzada al punto de Lagrange L1, a 1,5 millones de kilómetros de la Tierra, describiendo una órbita Lissajous a su alrededor, y durante los nueve meses que durará su fase operacional se encargará de demostrar que es posible monitorizar dos masas independientes mientras están en caída libre a través del espacio, y que éstas pueden mantenerse más estables que el cambio esperado cuando atraviesen una onda gravitatoria, que sería bastante menor que el tamaño de un átomo. La misión se mueve en unos márgenes muy precisos. Y muy pequeños, ha concluido la agencia espacial.