Desechos en miles de kilómetros apuntan a un misterioso cráter perdido

Caída de meteorito
IMPERIAL COLLEGE LONDRES
Actualizado: jueves, 5 abril 2018 14:54

   MADRID, 5 Abr. (EUROPA PRESS) -

   Un meteorito de 20 kilómetros de diámetro que colisionó contra la Tierra hace 800.000 años dejó un 'rastro de migas' de escombros en Australasia que cubre una décima parte de la superficie de la Tierra.

   Pero este nuevo hallazgo no es completo. A pesar de la edad relativamente joven del impacto en términos geológicos, y el tamaño del meteoro, la ubicación del cráter resultante es un misterio.

   Los expertos en Ciencias de la Tierra Matthew Genge, del Imperial College de Londres, y Matthias Van Ginneken de la Universidad de Vrije en Bélgica, están en la misión de encontrar el sitio de impacto.

   Genge, del Departamento de Ciencias e Ingeniería de la Tierra del Imperial dijo en un comunicado: "Es un misterio. Si un cráter relativamente joven de 20 kilómetros de ancho puede escapar de la detección, ¿cómo encontramos cráteres de impacto que tienen muchos millones de años de antigüedad? ¿Tenemos esperanza de predecir futuras colisiones si los cráteres más antiguos simplemente pueden desaparecer?

   Los científicos ya han encontrado restos de la colisión, en forma de "perlas" vítreas de un centímetro de diámetro conocidas como tectitas, diseminadas desde Australia hasta Vietnam.

   Se cree que las tectitas comienzan como partículas fundidas del impacto y se han diseminado en un área de más de 150 millones de kilómetros cuadrados.

   Ahora, Genge y Van Ginneken han encontrado versiones más pequeñas del mismo impacto, llamadas microtectitas, tan al sur como la Antártida. Descubrieron las diminutas estructuras redondas, que tienen el grosor de un cabello humano, en el Larkman Nunatak en las montañas Grosvenor en la Antártida.

   Genge dijo: "Encontramos diminutas esférulas de vidrio amarillo dentro de los desechos glaciales en la Antártida, y nuestro análisis de potasio y sodio sugiere que fueron arrojadas lo más lejos posible del cráter de impacto".

   Durante y después de un impacto, los niveles de potasio y sodio en los desechos resultantes disminuyen a medida que viajan. Los restos más calientes terminan más lejos y terminan llevando niveles más bajos de potasio y sodio, lo que proporciona una "brújula fósil" que apunta al área de impacto.

   Van Ginneken explicó: "Hay algunas diferencias significativas entre las microtectitas antárticas y las tectitas más grandes que se encuentran más cerca del sitio de impacto en Australasia. Las microtectitas contienen menos sodio y potasio, que se pierden fácilmente en condiciones de calor. Nuestras microtectitas parecen tener estado más caliente, lo que significa que están más alejadas del impacto inicial.

   "Seguir el rastro de escombros de más caliente a más frío debería llevarnos al cráter". Encontrar restos más calientes más alejados del sitio de colisión parece contraintuitivo, pero Genge dice que este efecto es de esperar.

   Explicó: "Imagina un asteroide de varios kilómetros de ancho que golpea el suelo a una velocidad de diez kilómetros por segundo. Inicialmente, toda esa energía se concentra en el punto en que el asteroide toca el suelo por primera vez, lo que vaporiza la roca y debilita la fusión de la roca a medida que se propaga ".

   Los meteoritos chocan contra la Tierra con más frecuencia de lo que se podría pensar y, sin embargo, a pesar de sus efectos a veces catastróficos, sus restos pueden ser difíciles de detectar. Sin embargo, el descubrimiento de los expertos tiene más significado que un solo impacto misterioso hace años: podría ayudarlos a encontrar otros cráteres perdidos.

   Genge y Van Ginneken creen que su técnica para probar los niveles de potasio y sodio entre las tectitas y microtectitas podría ayudarlos a rastrear impactos más antiguos. "Pequeños desechos de impacto están diseminados por la mayor parte del mundo, y probablemente ofrezcan pistas que todavía no hemos identificado", dijo Genge.

   No obstante, dicen que esta es la mejor evidencia hasta ahora de que la colisión ocurrió hace 800.000 años, pero la prueba definitiva radica en encontrar el cráter mismo. El equipo espera que estas pequeñas nuevas pistas ayuden a liderar el camino.