MADRID, 2 Abr. (EUROPA PRESS) -
Un satélite impacta contra la atmósfera terrestre, de media, todas las semanas. Aun así, la probabilidad de que estos escombros golpeen a alguien es más pequeña que la probabilidad de que toque la Lotería.
Uno de los últimos objetos en caer a la Tierra desde el espacio ha sido la estación china Tiangong-1. Ante la gran expectación de su caída, y el temor generado en torno a ello, la Tiangong-1 se ha desintegrado al reentrar en la atmósfera y sus restos han caído finalmente en el Pacífico Sur.
Según estimaciones de la Oficina de Desechos Espaciales de la Agencia Espacial Europea (ESA), cerca de 100 toneladas al año de objetos, entre los que se encuentran satélites inoperativos, naves espaciales no controladas, etapas superiores gastadas y objetos desechados como cubiertas de instrumentos, son arrastrados hacia la atmósfera superior de la Tierra, terminando sus vidas en arcos llameantes en el cielo. La Tiangong-1 pesaba 8,5 toneladas.
Algunos de estos objetos son grandes y gruesos, y algunos de ellos sobreviven al fuego de reingreso para llegar a la superficie. Pero la ESA recuerda que la Tierra, sin embargo, es un lugar grande y en su mayoría cubierto por agua, por lo que gran parte de lo que cae nunca se ve, se hunde en el fondo de algún océano o aterriza lejos de donde habitan los humanos.
Durante los últimos 10 minutos antes de que un objeto llegue al suelo, desde un altitud de 110 kilómetros, la atmósfera es lo suficientemente densa como para que el objeto se caliente debido a la resistencia del aire y desacelere, lo que lleva a la mayoría de los casos a que estos objetos se desintegren. En el caso de un satélite muy compacto y denso --o una estación espacial como ha sido el caso-- con una gran cantidad de, por ejemplo, acero inoxidable o titanio, los fragmentos pueden alcanzar el suelo.
Pero la ESA también avisa de que estos eventos son raros, y un 25% de los objetos más grandes jamás lanzados no llegan a reentrar en un año en la atmósfera terrestre.
NUNCA HA HABIDO VÍCTIMAS
Además, la ESA indica que la mayoría de los objetos más grandes que impactan contra la Tierra, unos 50 de media por año, pasan desapercibidos y nunca son noticia. De hecho, destaca que en la historia de los vuelos espaciales, nunca se han confirmado víctimas por caídas de desechos espaciales. Es más, ser alcanzado por un rayo es incluso 60.000 veces más probable que ser golpeado por un escombro espacial.
En el caso de la estación china Tiangong-1, la compañía Aerospace aclaraba que la probabilidad estadística exacta de alguien resultase golpeado por alguno de sus escombros cambia constantemente, aumentando el riesgo para una ubicación específica dependiendo de las estimaciones de puntos de reentrada y de si la ruta de tierra final estaba sobre áreas habitadas o deshabitadas. Aun así, aclaraba que la probabilidad de que una persona fuese golpeada por restos de la Tiangong-1 era mucho menor que ganar el Powerball Jackpot, es decir, la Lotería.
No es la primera vez que un gran objeto impacta contra la Tierra. Ya lo hizo en julio de 1979 la nave espacial americana Skylab, de 74 toneladas, y la estación espacial soviética Salyut-7, de 40 toneladas, en febrero de 1991. Ambos casos son para la ESA ejemplos claros de reentradas a la atmósfera no controladas a gran escala. Otro ejemplo que destaca la ESA de este tipo de impactos incontrolados fue la misión rusa Phobos-Grunt Mars en 2012 y el satélite GOCE de la ESA en 2013.
Según datos de la Oficina del Programa de la NASA de Restos Orbitales, actualizados a principios de este 2018, hay más de 18.800 escombros espaciales presentes en torno al planeta.