Foto: JULIA BARTOLI & CHANTAL ABERGEL; INFORMATION GÉNOM
MADRID, 4 Mar. (EUROPA PRESS) -
Un equipo internacional de científicos ha revivido un virus gigante que lleva enterrado bajo el hielo siberiano durante 30.000 años, a pesar de lo cual, todavía es infeccioso. Los expertos explican que no afecta a los humanos, sino a las amebas, pero sugieren que, a medida que el hielo se derrita, podría desencadenarse el regreso de otros virus antiguos, con riesgos potenciales para la salud humana.
El virus recién descongelado, bautizado como 'Pithovirus sibericum', es el más grande jamás encontrado. Tiene 1,5 micrómetros de largo, los que es comparable en tamaño a una pequeña bacteria. Los autores de este hallazgo, Jean-Michel Claverie y Chantal Abergel, ya habían ayudado a descubrir otros de los llamados virus gigantes.
Cuando Claverie y Abergel se enteraron de que científicos rusos habían resucitado una antigua planta de frutas enterradas en permafrost siberiano durante 30.000 años pensaron que también "sería posible revivir un virus". Usando muestras de permafrost proporcionadas por el equipo ruso, 'pescaron' el virus utilizando amebas como cebo. Éstas empezaron a morir y el equipo encontró partículas del virus en su interior.
Según han destacado, bajo un microscopio, 'Pithovirus sibericum' aparece como un óvalo de pared gruesa con una abertura en un extremo, al igual que los Pandoraviruses. Pero, a pesar de sus formas similares, "son totalmente diferentes", según ha apuntado Abergel.
El nuevo virus tiene un 'corcho' con una estructura de nido de abeja tapado su apertura. Se copia a sí mismo mediante la construcción de replicas de 'fábricas' en el citoplasma de su huésped y se hace cargo del núcleo, como hacen la mayoría de los virus. Sólo una tercera parte de sus proteínas no guarda ninguna similitud con otros virus y, para sorpresa del equipo, su genoma es mucho más pequeño que los de los Pandoraviruses, a pesar de su mayor tamaño.
INFECCIONES
Aunque los virus gigantes casi siempre se dirigen a las amebas, una bióloga francesa, Christelle Desnues, descubrió el año pasado 5 señales de que otro virus gigante, Marseillevirus, había infectado a un niño de 11 meses de edad. Había sido hospitalizado con ganglios linfáticos inflamados, y el equipo de Desnues descubrió rastros de ADN de Marseillevirus en su sangre y el propio virus en el nodo.
"Está claro que los virus gigantes no pueden ser vistos como monstruos independientes de la naturaleza", ha apuntado la investigadora a la revista 'Nature'. "Ellos constituyen una parte integral de la biosfera con repercusiones en la diversidad, evolución e incluso la salud humana", ha añadido.
Por su parte, Claverie y Abergel se han mostrados preocupados de que el aumento de las temperaturas globales, junto con las operaciones de minería y perforación en el Ártico, puedan descongelar muchos virus más antiguas que aún son infecciosas y que podría suponer una amenaza para la salud humana.
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