MADRID, 14 Abr. (EUROPA PRESS) -
El encuentro de un neandertal y uno de los primeros humanos no se dio en la Península Ibérica. Esa es la conclusión a la que ha llegado un equipo en el que participan investigadores de Australian National University, Universidad de Oxford, UPV/EHU, Universidad de Maryland, Universitat de Girona y Universidad de Oviedo, tras volver a datar restos de tres cuevas situadas en la ruta de entrada por los Pirineos de los primeros seres de nuestra especie: L'Arbreda, Labeko Koba y La Viña.
El artículo, titulado The chronology of the earliest Upper Palaeolithic in northern Iberia: New insights from L'Arbreda, Labeko Koba and La Viña, se publica en Journal of Human Evolution.
Para datar restos prehistóricos hasta ahora se venía utilizando el carbono 14, un isotopo radiactivo que con el paso de los años va desapareciendo. Cuando han transcurrido unos 40.000 años, es decir, aproximadamente el periodo de llegada de los primeros humanos a Europa, la porción que queda es tan pequeña que se puede contaminar fácilmente y hacer que las fechas parezcan más recientes.
Fue a partir de 2005 cuando se comenzó a aplicar una nueva técnica, la que se utiliza para purificar el colágeno en pruebas de ADN. Con este método se consigue la porción de materia orgánica original, desprendiendo toda la contaminación posterior.
Y, con esta nueva técnica, en yacimientos clave de toda Europa los científicos van llegando a las mismas conclusiones: "Vemos que la llegada de nuestra especie a Europa se produjo unos 8.000 años antes de lo que se pensaba, y donde podemos ver las dataciones más antiguas de nuestra especie y las más recientes del neandertal vemos que, en un marco regional concreto, no hay superposición", explica Alvaro Arrizabalaga, profesor del departamento de Geografía, Prehistoria y Arqueología y, junto a María José Iriarte y Aritza Villaluenga, uno de los investigadores de la UPV/EHU que ha participado en el estudio.
ESTUDIO EN TRES CUEVAS
Las tres cuevas elegidas para la investigación recién publicada se encuentran en Girona (L'Arbreda), Gipuzkoa (Labeko Koba) y Asturias (La Viña), es decir, en los extremos occidental y oriental de los Pirineos, por donde se produce el flujo de poblaciones y animales entre la península y el continente. "L'Arbreda está en el paso oriental; Labeko Koba, en el valle del Deba, se encuentra en el pasillo de entrada por los Pirineos Occidentales (Arrizabalaga e Iriarte la excavaron de urgencia en 1988 antes de que fuera destruida por la construcción de la variante de Arrasate) y La Viña tiene el valor de paradigma, pues proporciona una secuencia magnífica del Paleolítico Superior, es decir, del comportamiento técnico y cultural de los cromañones durante la última glaciación", señala Arrizabalaga.
La selección de restos fue muy estricta y solo se admitieron útiles elaborados con huesos o, en su defecto, huesos con huellas claras de actividad humana, en general, con marcas de descarnizado, es decir, de cortes en las zonas de los tendones para retirar el músculo.
"La curva de Labeko Koba es la más consistente de las tres, que a la vez son las más consistentes de la Península Ibérica", explica Arrizabalaga. En Labeko Koba se dataron 18 restos, y los resultados son totalmente convergentes con respecto a su posición estratigráfica, es decir, los que aparecieron en las capas más profundas son los más antiguos.
La conclusión principal -"la escena del encuentro de un neandertal y un cromañón parece que no se dio en la Península Ibérica"- es la misma a la que han ido llegando en los últimos tres años diferentes grupos de investigación al estudiar asentamientos clave de Gran Bretaña, Italia, Alemania y Francia.
"Durante 25 años hemos estado hablando de que durante 8.000-10.000 años neandertales y los primeros humanos vivieron juntos. Hoy creemos que en Europa Occidental hay un lapso entre unos y otros y, por tanto, no se produjo la hibridación que en zonas como Oriente Próximo sí se dio", explica Arrizabalaga. El profesor de la UPV/EHU es también coautor de una investigación publicada en 2012 que retrasaba las dataciones de los neandertales.
"Datamos de nuevo, de acuerdo con este tratamiento de ultrafiltración que elimina la contaminación rejuvenecedora, restos del Musteriense, la cultura material propia de los Neandertales, de yacimientos del sur de la Península. En ellos se habían obtenido fechas muy recientes -hasta de 29.000 años-, pero las nuevas dataciones se van hasta 44.000 años, más antiguas que las primeras fechas atribuibles a cromañones", explica el profesor de la UPV/EHU.