MADRID 8 Jul. (EUROPA PRESS) -
La película 'El último vuelo del flamenco', el primer largo de ficción de Joao Ribeiro, muestra la lucha de los mozambiqueños por seguir su propio camino, repleto de hechizos y otras supersticiones, lejos de las guerras y del "paternalismo" europeo. El filme narra la historia de Massimo (Carlo D'Ursi), un delegado de la ONU que llega al pequeño pueblo de Tizangara para investigar una serie de crímenes misteriosos.
"He pasado del 'shock' inicial, a la rabia absoluta y de ahí a la comprensión, para terminar entendiendo que esa comprensión bajo la lupa europea no es necesaria. O entras en su mundo o no entras. Los mozambiqueños no necesitan que entres. Ya terminó la época de la evangelización. El respeto pasa por que ellos hagan su camino y nosotros el nuestro", asegura en declaraciones a los medios Carlo D'Ursi, que tuvo grandes dificultades para adaptarse a la vida del país durante los seis meses de rodaje.
Todo empieza cuando su personaje, Massimo, un arrogante delegado de la ONU, llega a Tizangara para investigar cinco explosiones que terminan con sendos cascos azules, de los que solo quedan los genitales. Allí, los soldados de Naciones Unidas trabajan por mantener la paz después de años de guerra civil y Massimo, enarbolando la lógica occidental, intentará comprender la naturaleza del país y unos sucesos que parecen inexplicables.
"En realidad he vivido una situación paralela a la de mi personaje. Me di cuenta de que, aunque seamos seres humanos, somos muy distintos, y el respeto está en no intentar poner bajo nuestros cánones sus acciones, y al revés. He llegado a comprender que no tenemos que entender a los mozambiqueños bajo nuestros cánones y a sentir respeto por sus tradiciones. Luego llegas aquí, ves un mundo tan organizado y echas de menos aquello", destaca.
El actor intentó llegar al final del rodaje, según dice, adaptándose en todo momento a las exigencias del realizador, Joao Ribeiro. El cineasta mozambiqueño, que ha trabajado como director de producción en títulos como 'Diamante de sangre' o 'La intérprete', mezcla el drama, la comedia o el suspense con el realismo mágico, "algo inadmisible" en Europa, en opinión de Carlo D'Ursi.
"Después del rodaje, le pregunté al director por el final de la película, que no terminaba de entender. Me dijo: 'Los blancos siempre son blancos", explica D'Ursi entre risas. "Si me veis en la película con cara de lelo es porque a mi me pasaba. Aquello no es el actor, es el ser humano", añade.
UN RODAJE ACCIDENTADO
El actor, que volverá a rodar en África en las próximas semanas, recuerda su estancia en Mozambique con cariño, aunque confiesa que el rodaje no fue un camino de rosas. "Era sorprendente volver a mi 'seudoresort', bien acondicionado dentro de lo que cabe, en mitad de la selva. Todas las noches teníamos visitas de animales salvajes de cualquier tipo. Yo en plena noche daba gritos dantescos porque me entraba, yo qué sé, un búho real. Un búho real es muy bonito, pero no es nada simpático cuando se pone nervioso", ha explicado.
"Luego está su manera de hacer efectos especiales. Los vuelos de la película se hacían con arneses de circo de los sesenta, que yo no sabía si eran arneses o instrumentos de castración. Una escena en un campo de minas está rodada en uno de verdad, en un campo de minas de verdad. Durante el rodaje, un zorro pasó por allí y voló por los aires", dice en tono jocoso.
Asimismo, para ilustrar las diferencias entre la mentalidad mozambiqueña y la occidental, D'Ursi relata una conversación con una compañera de equipo, uno de sus muchos encontronazos con la realidad del país. "Yo le pregunté si usaba protección en sus relaciones y me contestó: '¿Acaso tú comes plátanos con pulpa? Allí tienen una lógica aplastante", concluye.
El filme, una coproducción entre seis países (España, Portugal, Mozambique, Francia, Italia y Brasil), se estrenará en España el 22 de julio tras su éxito en Brasil y su paso por festivales como Cannes (Pavillon du Cinema du Monde), Pusan o Montreal.