Crítica de Elysium: Matt Damon asalta el paraíso de los ricos

Matt Damon protagoniza ELYSIUM.
Matt Damon protagoniza ELYSIUM. - SONY
Fotograma de Elysium Fotograma de Elysium Fotograma de Elysium Fotograma de Elysium
Actualizado: martes, 17 diciembre 2013 20:41

MADRID, 16 Ago. (EUROPA PRESS - Israel Arias) -

   Neill Blomkamp, responsable de la sorprendente Distrito 9, dirige a Matt Damon en Elysium, una supeproducción futurista en la que vuelve a evidenciar su enorme talento cinematográfico para convertir sus fábulas-ficción en un entretenimiento de muchos quilates.

    En esta ocasión el director y guionista sudafricano nos lleva hasta el año 2159 para mostrarnos un mundo dividido radicalmente en dos clases sociales: ricos y pobres, los de arriba y los de abajo. Literalmente.

   Cientos de millones de personas malviven en una sobrepoblada y ruinosa Tierra mientras que una élite adinerada vive en Elysium, una colosal estación espacial que orbita alrededor el planeta y donde gozan de todas las comodidades y avances científicos.

SOLO LOS RICOS VAN AL CIELO

   En Elysium no hay hambre, no hay enfermedades, no hay pobreza... por no haber ni siquiera hay gente fea o mal vestida. Todos son felices humanos de diseño. Es el paraíso inalcanzable que día tras día los desafortunados y resignados habitantes de la Tierra tienen que ver sobre sus cabezas. Un hermético cielo de lujo y felicidad  al que tienen terminantemente prohibido el acceso.

   Uno de estos desdichados es Max (Matt Damon) un exconvicto que ahora trabaja en una cadena de montaje y que de niño soñaba con subir a Elysium. Ahora, reformado y resignado, sobrevive día a día intentando no meterse en muchos líos con los droides que las férreas y despóticas autoridades envían para controlar a las harapientas masas.

   Precisamente en una de esas fábricas de droides -el mensaje de Blomkamp no quiere dejar ningún cabo suelto- Max sufre un accidente que le condenará a una muerte segura. Su única opción para seguir con vida es acceder a la tecnología médica de la que disfrutan los habitantes de Elysium, tan accesible para ellos como lo es para nosotros un ibuprofeno en una mañana de resaca.

   Max comenzará entonces su cruzada personal para llegar a la lujosa fortaleza flotante que custodia la secretaria de Defensa Rhodes. Jodie Foster encarna a esta déspota y despiadada gobernante que no duda el utilizar la fuerza letal para frenar los desesperados intentos de los espaldas mojadas terrícolas.

   Además, Rhodes cuenta con un as en la manga: Kruger (Sharlto Copley) un descontrolado y sanguinario agente. Un sociópata del que reniega el propio sistema y que está dispuesto a neutralizar brutalmente cualquier amenaza sobre el terreno. En eso se convertirá Max, un hombre cuya odisea desesperada por salvar su vida se convertirá en algo mucho más grande de lo que él mismo podía haber imaginado.

EL FUTURO Y LOS MALDITOS LUGARES COMUNES

    Este es el esqueleto argumental de la nueva distopía futurista que, aderezada con todas las posibilidades que le brinda un presupuesto superior a los 100 millones de dólares, Blomkamp nos sirve en bandeja de plata para demostrar, una vez más, que viajar unos años en el tiempo puede ser la mejor herramienta para sacar a la luz nuestras vergüenzas más actuales.

   Una historia con sustancia y bien contada, una ambientación espectacular, algunas secuencias de acción muy potentes y el sólido trabajo de su trío protagonista (Damon, Foster y el genial Cooper) son los elementos que hacen de Elysium el blockbuster más completo del verano, con permiso de la Star Trek de Abrams.

   Y es precisamente su propia naturaleza, la decidida vocación de blockbuster con la que se concibió el proyecto, la explicación a sus debilidades. La parábola extraplanetaria que plantea Elysium, tan evidente como certera en algunas de sus evocaciones, pierde fuerza cuando transita por los lugares comunes de la superproducción de acción al uso.

   El antiguo amor, la pobre niñita enferma, el forzado enfrentamiento final con el malo malísimo... Esos clichés deudores de su presupuesto cienmillonario -y cuya ausencia convirtieron a la nominada al Oscar Distrito 9 una deslumbrante 'rara avis'- hacen que tras un brillante comienzo Elysium caiga en pasajes de rutina palomitera que, pese a su excelente factura, restan impacto a la fábula de Blomkamp.

   Elementos facilones que hacen su historia más mediocre, menos poética y sugestiva de lo que pudiera haber sido, pero que aún así no logran ahogar del todo las virtudes de la alegoría alumbrada por el sudafricano.

   Blomkamp consigue preservar la esencia de su cuento futurista logrando un difícil equilibro entre el blockbuster y la sátira social en el que no abandona la senda del buen cine, tanto en su fondo como en su forma, durante buena parte de los 110 minutos de Elysium. Es el Esopo de la fábula-ficción. Veremos si quiere -o si puede- seguir siéndolo.