Crítica de El lobo de Wall Street: Scorsese y DiCaprio, desatados

El lobo de Wall Street
El lobo de Wall Street - UNIVERSAL
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Actualizado: lunes, 20 enero 2014 10:32

    MADRID, 17 Ene. (EUROPA PRESS - Israel Arias

   Martin Scorsese dirige por quinta vez a Leonardo DiCaprio en El lobo de Wall Street. Una película llena de excesos, exuberante y tan obscena como condenadamente divertida con la que DiCaprio firma el mejor trabajo de su carrera.

   Lo último de Scorsese llega a la cartelera española con el aval que suponen sus cinco nominaciones a los Oscar recién salidas del horno. Todas ellas además en categorías de peso: mejor película, mejor director, mejor actor protagonista, mejor actor secundario y mejor guión adaptado.

   Sinceramente, eso es lo de menos. Si El lobo de Wall Street hubiera salido del envite con los académicos con un cero en su casillero de candidaturas seguiría siendo una de las experiencias cinematográficas más enérgicas y fascinantes de los últimos años.

   La cinta está basada en una historia real, la de Jordan Belfort, un corredor de bolsa de Wall Street que hizo fortuna con dudosas artes financieras y que terminó con sus huesos en prisión. Scorsese y su guionista, Terence Winter, toman el meteórico ascenso y caída de Belfort, relatadas en su autobiografía, para armar un desenfrenado y potente esperpento capitalista.

   Tres horas de excesos, corrupción, adicciones, avaricia y orgías... que comienzan de la forma más "honesta" posible: lanzando un enano contra una diana. Esta es la primera del rosario de barrabasadas que nos esperan en una cinta en la que, para desenmascarar la gran mentira capitalista, Scorsese huye de todo tecnicismo financiero para alumbrar un vertiginoso y contundente tratado sobre la degeneración y la codicia.

DICAPRIO, EL REY DE LA MANADA

   "Virtudes" que Jordan Belfort personifica como nadie. "A diario tomo suficientes drogas como para sedar a Manhattan, Long Island y Queens durante todo un mes" o "El dinero te hace mejor persona" son dos frases que resumen perfectamente al personaje que encarna un colosal y explosivo DiCaprio.

    Un adicto al alcohol, a las drogas, a las mujeres y, sobre todo, al dinero. Un feroz depredador que nunca tiene suficiente de nada y que ha eliminado de su diccionario términos como empatía, conciencia o remordimiento. Un personaje que, si su compañero McConaughey se lo permite, podría dar a DiCaprio su primer Oscar... al fin.

   Y junto al falocéntrico y todo adicto macho alfa de la manada aparece siempre Donnie, un flipado de dientes fluorescentes casado con su prima. Al escudero y mano derecha de Jordan, interpretado por un genial Jonah Hill, debemos algunos de los momentos más hilarantes y bochornosos de la cinta. Ahí es nada.

   Tres secuencias le bastan a Matthew McConaughey para sentar las bases financieras y filosóficas de la farsa de Wall Street y para fascinarnos con su grotesco personaje hasta el punto de comenzar a golpearnos el pecho al ritmo de su himno de autoestimulación. Un concepto fundamental para "tener éxito en el negocio de valores".

   Habrá quien diga que la exhuberante, canallesca y casi demente criatura de Scorsese es reiterativa y vacía. Es cierto que perdemos la cuenta de las drogas que consume Jordan, de las prostitutas con las que se acuesta, de las copas que bebe, de los tacos que suelta e incluso de los fraudes y delitos que comete. Pero el frenesí que propone la calculada y perfectamente orquestada colección de barbaridades de El lobo de Wall Street es tan poderoso visualmente y espectacular que tenemos una sensación parecida a la del propio Jordan: siempre queremos más.

   En resumen, una pasada. Y además no deja resaca.