Crítica de Noé: Un potente híbrido comandado por Russell Crowe

Foto: PARAMOUNT

MADRID, 4 Abr. (EUROPA PRESS - Israel Arias)

    Russell Crowe protagoniza Noé, una potente y atípica recreación del pasaje bíblico del Diluvio Universal dirigida por Darren Aronofsky que desembarca este fin de semana en nuestra cartelera.

   El siempre personalísimo director de Pi, Requiem por un sueño o la más reciente Cisne negro, se agarra a los pocos párrafos que la historia de Noé -con la que vive obsesionado desde niño y que define como "el primer Apocalipsis"- ocupa en el Libro del Génesis para armar dos horas de superproducción con trazas de épica aventura fantástica, catastrófica odisea y descarnado drama familiar.

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   "En ese entonces había gigantes sobre la tierra". Ese es el pasaje del sexto capítulo del Génesis al que Aronofsky y su colaborador habitual Ari Handel, -guionista en La fuente de la vida y productor de Cisne negro o El luchador con quien firma el libreto- se aferran para armar durante la primera hora y media del filme una superproducción fantástica, propia del cine de Bay, Emmerich o Bruckheimer.

   Potentes secuencias de acción envueltas en misticismo bíblico salpican el relato que nos presenta a Noé como elegido, a su familia -la esposa Jennifer Connelly; los hijos Logan Lerman, Douglas Booth y Leo McHugh Carroll; la adoptada Emma Watson y por el mágico Matusalem de Anthony Hopkins- y a los malvados hombres que han mancillado la creación acaudillados por el previsible villano Tubal-Caín (Ray Winstone).

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   Un arranque vistoso que culmina con el espectacular Diluvio. Pero tras la tempestad, siempre viene la calma. Y a la hora de rellenar los espacios en blanco de la Biblia, en esta segunda parte Aronofsky opta por cambiar el tono y traer la película a su terreno. En la intimidad del Arca, entre animales y penumbra, explora la oscuridad y la lucha interna que encierran la mente de un padre desquiciado que se sabe responsable de la muerte de sus congéneres.

CROWE, ENORME OTRA VEZ

   Y en todas esas caras que ofrece el poliédrico y muy valiente filme de Aronofsky se refleja el rostro de Russell Crowe, imponente en las muchas suertes interpretativas que le exige la ambiciosa, atípica y por momentos irregular adaptación alumbrada por Aronofsky.

   Visualmente potente y con un gran protagonista, Noé es un híbrido innegablemente osado con el que, en su loable afán por dejar su compleja impronta y llevar su Arca más allá del cine palomitero, Aronofsky se queda a medio camino entre el blockbuster y la metafísica teológica, navegando entre dos aguas y atracando, finalmente, en tierra de nadie. El viaje, pese a todo, merece la pena.