MADRID 14 Dic. (EUROPA PRESS - Israel Arias) -
Comienza la aventura. Llega a los cines El Hobbit: Un viaje inesperado, la primera de las tres películas que llevan a la gran pantalla la novela de J.R.R. Tolkien que precede en el tiempo a la trilogía de El Señor de los Anillos.
Martin Freeman, que encarna al joven Bilbo Bolsón, es el protagonista de esta aventura que le llevará, junto a la tropa de trece enanos capitaneada por Thorin Escudo de Roble (Richard Armitage) y el mago Gandalf (papel en el que repite Sir Ian McKellen), en un apasionante viaje hasta la Montaña Solitaria en busca del tesoro que custodia el temible dragón Smaug. Una travesía que sesenta años después desatará los hechos relatados en la Trilogía del Anillo.
Y ponerse en marcha no ha sido fácil. De nuevo con Peter Jackson como amo y señor de la Tierra Media, la precuela aterriza en las salas tras varios años de incertidumbre y no pocas vicisitudes. Batallas judiciales, deserciones, retrasos por la crisis, conflictos laborales, un incendio, acusaciones de maltrato animal e incluso una inoportuna úlcera fueron golpeando una y otra vez a un proyecto que estuvo al borde del abismo en más de una ocasión.
Puede que como sentido homenaje a todos esos años de espera, padecimientos e incertidumbre, Jackson nos obsequia en El Hobbit con un arranque plomizo en el que su afán por recrearse en los detalles de una historia que ama ya como propia lastra en demasía el tramo inicial de la película.
"Me dije: si tuviera que hacer una película de El Hobbit entonces tendría que ser una película que me gustaría ver, y que yo disfrutara mucho dirigiéndola", confiesa. Totalmente cierto.
El neozelandés vuelve a casa: se pone su bata de freak y sus pantuflas peludas de mediano y, sabedor de que cuenta con tres películas para contar una historia que en los libros no supone ni una quinta parte que la Trilogía del Anillo, se gusta. Hay quien en este afán de estirar el chicle ve reminiscencias 'georgelucasianas' -Radagast el Pardo sería su Jar Jar Binks y de la papada ya se encarga el Rey Trasgo- o puede que simplemente el fan le haya ganado demasiado terreno al director.
Ni siquiera el voluntarioso prólogo que intenta emular los primeros compases de la celebrada trilogía aligera el arranque. No nos engañemos, que un dragón se apodere del tesoro de unos enanos no tiene la misma carga épica que derrotar a las huestes de Mordor en la Batalla de Dagorlad y despojar del Anillo Único al mismísimo Sauron.
Desde el punto de vista un poco más "técnico", sus virtudes son tan innegables como esperadas. Esta primera entrega de El Hobbit es un festín visual en el que el 3D estorba más que ayuda. En el pase de prensa se exhibió la película a velocidad de proyección normal, es decir, 24 fotogramas por segundo, así que los tan publicitados -y muy temidos- 48 fotogramas por segundo son todavía una incógnita.
Cómodo en los caminos ya transitados, el neozelandés repite muchas de la fórmulas visuales que ya vimos hace casi una década en las tres películas anteriores. Y no se molesta el disimularlo: "Al final tomé la decisión de que sería el mismo director que había sido en ESDLA. Sencillamente regresaba a la Tierra Media para contar una nueva historia".
Entonces... ¿Es El Hobbit más de lo mismo? Sí. ¿Los fans se hubieran (nos hubiéramos) tirado a su yugular si se atreviera a hacerlo de forma diferente? Es más que probable.
Así que basta ya de refunfuñar. Puede que le cueste arrancar, puede que algunos planos nos suenen bastante, pero lo que es innegable es que las casi tres horas de viaje merecen la pena para comprobar como Jackson vuelve a firmar un entretenimiento notable que deviene en una última hora rotunda y espectacular.
Y es que tras los pastosos primeros compases, cuando la cosa -enanos, mago y hobbit- echa a andar rumbo a La Montaña Solitaria... mejora mucho y nos regala algunos pasajes memorables: La competición de acertijos entre Bilbo y Gollum, la huída de la guarida de los trasgos, la majestuosa irrupción de las águilas e incluso un inédito concilio entre algunos de los personajes más poderosos del universo tolkeniano que hará las delicias de los seguidores más devotos.
Así que lo mejor es armarse con una pizca de paciencia y sentarse en la butaca a disfrutar de la emoción que supone reencontrarse con el incombustible Sir Ian McKellen (Gandalf), la belleza hipnótica de Cate Blanchett, las maneras señoriales de Hugo Weaving (Elrond) y el magistral saber hacer de Andy Serkis (Gollum).
Y también, por qué no, para dejarse impresionar por el regio porte de Richard Armitage (Thorin), los chascarrillos y barbas imposibles de su tropa de enanos -mi más sincera enhorabuena si consiguen diferenciarlos a todos sin haber leído el libro- y el fantástico trabajo de Martin Freeman. El mejor Bilbo que Tolkien podría tener.