MADRID 19 Abr. (EUROPA PRESS - Israel Arias) -
Con varios meses de retraso, llega a las salas españolas On the Road, un irregular y en general fallido retazo de la generación beat que firma Walter Salles protagonizado por Garrett Hedlund, Sam Riley y Kristen Stewart.
Basada en la novela homónima de Jack Kerouac, On the Road trata de meternos en la piel de su alter ego literario, Sal Paradise. Sam Riley (Control, 13) es el encargado de dar vida a este joven neoyorquino que aspira a convertirse en un gran literato mientras busca la inspiración en la marihuana y en el fondo de una botella.
En su camino de excesos se cruzará Dean Moriarty -identidad tras la cual Kerouac ocultaba la figura de Neal Cassady-, un encantador exconvicto con una personalidad magnética al que interpreta Garrett Hedlund (Tron Legacy). Casado con la todavía más joven y muy disoluta Marylou (Kristen Stewart), Dean será el acicate de Sal, la vuelta de tuerca que necesita para que el autor en ciernes se líe la manta a la cabeza y se decida a escapar de su rutina en busca de vivencias que le enriquezcan como persona... y como escritor.
Unidos por ese ansia de libertad y su adicción a los excesos, Sal y Dean van forjando una intermitente pero muy intensa amistad que cristaliza en febriles y desatadas escapadas que les llevarán de costa a costa de Estados Unidos e incluso hasta México.
UNA ROAD MOVIE SIN FRENOS
En su intento por plasmar la locura y la zozobra poética que emana del viaje desenfrenando de los pendencieros protagonistas, Walter Salles convierte su adaptación de la que para muchos es la Biblia de la generación beat en una road movie sin frenos. Un inconexo "batiburrillo" de idas y venidas distorsionado y difuminado en exceso por el errático guión que firma José Rivera (Diarios de motocicleta, Cartas a Julieta).
On the road está filmada de forma aceptable, está interpretada correctamente por su poco ilusionante trío protagonista, despliega además un plantel de secundarios casi de lujo -por ahí desfilan Viggo Mortensen, Steve Buscemi, Kirsten Dunst, Alice Braga o Terrence Howard- y cuenta con momentos musicales muy apreciables para los amantes del jazz. Pero algo falla. Y no es una tara menor.
Durante sus plomizas más de dos horas no logramos quitarnos de encima la sensación de que asistimos a una cinta que en su intento de llegar a todas partes acaba por quedarse en ningún sitio. Un fallido viaje a ninguna parte, con permiso de DON Fernando Fernán-Gómez.