181 años del nacimiento de Gustavo Adolfo Bécquer: Su legado en 10 rimas imprescindibles

Bécquer
EUROPA PRESS
Actualizado: viernes, 17 febrero 2017 9:56

MADRID, 17 Feb. (EUROPA PRESS) -

Tal día como hoy, un 17 de febrero de 1836, nacía Gustavo Adolfo Bécquer. El poeta sevillano, autor de Rimas y Leyendas, que murió joven, a los 34 años, tuvo una vida llena de luces y sombras. En el 181 aniversario de su nacimiento repasamos 10 de sus versos más celebrados.

"Volverán las oscuras golondrinas...", así comienza una de las Rimas más conocidas de este poeta del Romanticismo. Un hombre que supo plasmar en su obra sus múltiples contradicciones. En sus poemas aborda temas como el sueño y la razón, la idea y la palabra, la mujer ideal y la mujer carnal o la aristocracia y el pueblo.

Bécquer, además de ser un hombre de letras, también estuvo muy relacionado con el mundo de la pintura. Su habilidad para la ilustración repercutió en el lenguaje becqueriano de algunas de sus obras dedicadas a la crítica de arte.

El 10 de diciembre de 1870, meses después de que falleciera su hermano y tras vivir un periodo de luces, el poeta cae enfermo. 12 días después falleció de tuberculosis. A pesar de su juventud, Bécquer ya había alcanzado algo de fama, pero no fue hasta la publicación póstuma de sus obras cuando se convirtió en el prestigioso autor que ha llegado hasta nuestro días convertido en uno de los más grandes poetas españoles de la historia.

181 años después de su nacimiento, recordamos 10 de sus rimas imprescindibles:

RIMA IX

Besa el aura que gime blandamente

las leves ondas que jugando riza;

el sol besa a la nube en occidente

y de púrpura y oro la matiza;

la llama en derredor del tronco ardiente

por besar a otra llama se desliza;

y hasta el sauce, inclinándose a su peso,

al río que le besa, vuelve un beso.

RIMA X

Los invisibles átomos del aire

en derredor palpitan y se inflaman;

el cielo se deshace en rayos de oro;

la tierra se estremece alborozada;

oigo flotando en olas de armonía

rumor de besos y batir de alas;

mis párpados se cierran... ¿Qué sucede?

- ¡Es el amor que pasa!

RIMA XIII

Tu pupila es azul y cuando ríes

su claridad suave me recuerda

el trémulo fulgor de la mañana

que en el mar se refleja.

Tu pupila es azul y cuando lloras

las trasparentes lágrimas en ella

se me figuran gotas de rocío

sobre una violeta.

Tu pupila es azul y si en su fondo

como un punto de luz radia una idea

me parece en el cielo de la tarde

una perdida estrella.

RIMA XXI

¿Qué es poesía?, dices, mientras clavas

en mi pupila tu pupila azul,

¡Qué es poesía! ¿Y tú me lo preguntas?

Poesía... eres tú.

RIMA XXIII

[A ella. No sé...]

Por una mirada, un mundo;

por una sonrisa, un cielo;

por un beso... ¡Yo no sé

qué te diera por un beso!

RIMA XXX

Asomaba a sus ojos una lágrima

y a mi labio una frase de perdón;

habló el orgullo y se enjugo su llanto

y la frase en mis labios expiró.

Yo voy por un camino: ella, por otro;

pero al pensar en nuestro mutuo amor,

yo digo aún, ¿por qué callé aquel día?

Y ella dirá, ,¿por qué no lloré yo?

RIMA XXXV

¡No me admiró tu olvido! Aunque de un día,

me admiró tu cariño mucho más;

porque lo que hay en mí que vale algo,

eso... ni lo pudiste sospechar.

RIMA XXXVIII

Los suspiros son aire y van al aire.

Las lágrimas son agua y van al mar.

Dime, mujer, cuando el amor se olvida,

¿sabes tú adónde va?

RIMA XLIV

Como en un libro abierto

leo de tus pupilas en el fondo.

¿A qué fingir el labio

risas que se desmienten con los ojos?

¡Llora! No te avergüences

de confesar que me quisiste un poco.

¡Llora! Nadie nos mira.

Ya ves; yo soy un hombre... y también lloro.

RIMA LIII

Volverán las oscuras golondrinas

en tu balcón sus nidos a colgar,

y otra vez con el ala a sus cristales

jugando llamarán.

Pero aquellas que el vuelo refrenaban

tu hermosura y mi dicha a contemplar,

aquellas que aprendieron nuestros nombres...

¡esas... no volverán!.

Volverán las tupidas madreselvas

de tu jardín las tapias a escalar,

y otra vez a la tarde aún más hermosas

sus flores se abrirán.

Pero aquellas, cuajadas de rocío

cuyas gotas mirábamos temblar

y caer como lágrimas del día...

¡esas... no volverán!

Volverán del amor en tus oídos

las palabras ardientes a sonar;

tu corazón de su profundo sueño

tal vez despertará.

Pero mudo y absorto y de rodillas

como se adora a Dios ante su altar,

como yo te he querido...; desengáñate,

¡así... no te querrán!