MADRID 21 Ene. (EUROPA PRESS) -
La editorial Aguilar publica 'Una maestra en Katmandú', la experiencia vivida por Vicki Subirana en Nepal y que ahora comparte en primera persona en este libro. Icíar Bollaín se ha inspirado en esta historia para su última película, protagonizada por Verónica Echegui y que se estrena el 3 de febrero.
Un día, Subirana (Ripoll, 1959) decidió cumplir su deseo de crear la mejor escuela para los niños más pobres y desamparados de Nepal, así que abandonó su casa, su pareja, su familia y su trabajo y voló hasta allí para comenzar esta aventura personal y colectiva.
La protagonista de esta aventura estudio Magisterio en la Universidad de Vic (Barcelona) y en 1989, tras diez años como maestra en Ripoll, fundó un parvulario para 32 niños refugiados tibetanos y de otras etnias. Tres años más tarde se casó con un ciudadano nepalí.
Con esta decisión, Subirana apartó de su futuro el destino que está escrito en una "familia humilde" de Ripoll: "Estudiarás si te lo puedes permitir, trabajarás desde que tus manos puedan utilizar herramientas, te casarás, tendrás hijos, envejecerás y te irás al otro mundo".
En el prólogo de este libro, la maestra comienza con una frase de Séneca: "Indignamente vive el que no vive para los demás". Ese ambiente "cerrado y dirigido" y todo aquello que forma parte de una "vida gris" se sumaron a las ganas de ayudar a otros y, juntos, fueron los detonantes para que soñar se convirtiera en el mayor defecto de la protagonista de esta historia.
"SOY FELIZ AQUÍ"
La idea de viajar al Tíbet se forjó en su cabeza poco a poco y ni siquiera la autora sabe cómo sucedió. Apenas recuerda algunos libros de Lobsang Rampa como germen de esa obsesión contra la que no pudieron ninguno de los comentarios de los amigos, familiares y vecinos que intentaron desanimarla sin éxito.
Su viaje comenzó "accidentado", pero después de tres días seguidos llorando conoció a un monje que le introdujo en un monasterio budista. "Soy feliz aquí", escribió en una de sus cartas. El 4 de marzo de 1991 comenzó el curso de su escuela y, a partir de ese momento, Vicki Subirana comenzó a escribir en un diario las experiencias que ahora relata.
En su aventura, tuvo que enfrentarse a la falta de recursos, la barrera del idioma, la variedad de etnias y castas, los ritos, las supersticiones, y, en general, la cultura de un país con costumbres muy diferentes y difíciles de entender pero que, con paciencia, Subirana consiguió superar hasta convertir la Escuela Daleki en una realidad.