MADRID, 18 Nov. (EUROPA PRESS - David Gallardo) -
"Because I love you too much baby" fue la última frase que Sharleen Spiteri cantó en su concierto de este martes ante 2.000 enfervorizados fans en el Palacio Vistalegre de Madrid (formato Sala). Y la sentencia final de ese Suspicious Minds de Elvis Presley que la banda escocesa eligió como cierre resume perfectamente lo que fue una de esas veladas de amor incondicionalmente recíproco.
Porque es España, y tal vez Francia, el país donde Texas siguen teniendo más predicamento 26 años después de debutar en 1989 con aquel arenoso Southside, por lo que la noche que ya de por sí se preveía festiva, se confirmó como una gran celebración para un público que ha envejecido de la mano de unas canciones que todavía siguen efervescentemente presentes en sus vidas.
El arranque fue algo tibio con la reciente Start a family en acústico con Sharleen Spiteri (Glasgow, 1967) recibiendo ya los primeros piropos y aullidos de aprobación, tanto de ellos como de ellas. Pero pronto se encendió la maquinaria de la nostalgia con temas de todos los discos del grupo como So called friend, Thrill has gone, Everyday now y When we are together, antes de recurrir a Al Green para poner el toque soul a la noche con su clásico Tired of being alone.
Para ese momento, el calor ya se había apoderado de la Sala San Miguel, un 'escondite secreto' con capacidad para 2.000 personas en las entrañas del Palacio Vistalegre, que en esta ocasión rebosó quizás de más y puso a prueba la elasticidad de sus costuras. Pero como los agobios con música son menos, al gentío no le supuso esto mayores problemas mientras pudo corear la también relativamente reciente Detroit City, seguida de la más pretérita In demand, de nuevo en acústico.
En el ecuador de la noche suena la guitarra slide evocadora de I don't want a lover, el tema de 1989 que les puso en el mapa y que todavía hoy sigue siendo su mayor y más reconocible éxito (y el más vehementemente disfrutado por el personal), a pesar de los otros siete discos que conforman el variado catálogo de esta banda que, partiendo del rock clásico se acercó después al soul y en cierta medida a la música pop bailable.
Pero los directos de Texas siguen siendo básicamente una liturgia rockera en la que el formato es guitarras, bajo, teclados y batería. Todo para arropar a una Sharleen Spiteri de infinito carisma, simpática, dicharachera y que aún mantiene su poderoso torrente vocal. Un dominio escénico que marca el ritmo a Halo, Once in a lifetime, The conversation, Guitar song y All the times I cried.
Todavía hay mecha porque quedan grandes clásicos que sonaron en España hasta la saciedad mientras cambiábamos de siglo (más o menos) como Summer son, Black eyed boy y Say what you want, todos ellos coreados y coreografiados por una parroquia que vivió su propia noche de viaje al pasado, sin duda recordándose y situándose diez y quince años atrás. Pero siempre celebrando el presente.
Para el bis queda aún la muy pop Inner smile, antes del desenlace (después de cerca de dos horas) con esa mencionada versión del Suspicious minds de Elvis Presley que puso a todos los asistentes a trotar, refrendando que el lustroso pasado de Texas cuenta con un presente con pegada y un futuro al que bien pueden quedarle unos cuantos interesantes capítulos. Porque quien tuvo retuvo y quien tiene promete.