MADRID 16 Sep. (EUROPA PRESS) -
Cae el sol con toda la violencia que puede hacerlo a las seis de la tarde de un sábado de septiembre de esos de postal, y las fans de los Killers ya se aprietan tersas y perfectamente maqueadas contra la dura valla que nunca les va a dar el cariño que buscan, pero perseveran inocentes a pesar de las dificultades. Ellas tienen una misión que van a cumplir, y en la tediosa espera les acompañarán, en el escenario principal del DCode Festival, bandas como Django Django, Supersubmarina y The Kooks.
A un lado el carcelario edificio de granito de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid, y el vilipendiado Palacio de La Moncloa al otro, con la A-6 bulliciosa como siempre como columna vertebral, por una vez silenciada por sonidos algo más meliodosos y armónicos que el detestable claxon de tu vecino conductor malencarado del carril anexo.
El campo de rugby de Cantarranas no es exactamente Las Vegas aunque en realidad en algo se parece puesto que todo se olvida, todo se supera con la dosis justa de neón cuando a eso de la medianoche unas 20.000 personas reciben a los Kilers con los ojos en blanco y convertidos en maquinitas tragaperras buscando el 'jackpot'.
Ellos no quieren fotógrafos en el foso a pesar de que cuentan con el mormón más guapete a este lado del telón de terciopelo, todo sonrisas y buenas intenciones. Pero más allá de deidades demasiado divinas, arrancan con 'Runaways', el tema estrella de su inminente nuevo disco, el cuarto, a la venta esta semana entrante con sonido ochentero y con el título de 'Battle Born'.
Con la facilidad pasmosa del niño que juega a ahogar a sus amigos sin llegar a asesinarlos, se suceden 'Somebody Told Me', 'Smile Like You Mean It' y 'Spaceman', con todo el personal entregado con un histerismo notable a la ceremonia del pop facilón de estadio, por una noche mutado en pop de secarral universitario.
No faltaron canciones nuevas como 'Miss Atomic Bomb', que se parece tanto al 'Forever Young' de Alphaville que satánicamente la banda terminó entonando poco después, poniendo así las cartas marcadas sobre la mesa, cual tahúr repentinamente necesitado de confesión.
Pero la chicha de la velada estaba en clásicos de este siglo de la magnitud de 'For Reasons Unknown', 'Human', 'Read My Mind', 'Mr Brightside', 'All These Things That I've Done', 'Jenny Was a Friend of Mine' y 'When You Were Young'. Un repertorio ganador del que salir de cualquier casino con los bolsillos rebosantes de fichas que en realidad no te van a dar una vida mejor, pero te hacen sentir especial durante unos segundos vitales.
Como suele ocurrir en los festivales, la jornada es una cuestión de resistencia que arranca con el sol aún en lo más alto y bandas no tan relucientes aunque en muchas ocasiones al menos igual de interesantes. Es el caso de Syberia, Los Nastys, Fira Fem y Capsula, producto nacional que vale lo mismo en bruto y en neto, esto es, su peso en oro.
El primer gran nombre de la tarde fue Django Django, saltarines, juguetones, festivaleros por definición, capaces de llamar la atención de los que pasean curioseando por los puestos de comida, pero sin capacidad de trascender más allá de la fiesta por la fiesta. Pero sudorosa y vitaminada en cualquier caso.
Casi a la misma hora, aunque con margen de maniobra, Supersubmarina y The Right Ons se batieron el cobre en los dos escenarios, con propuestas claramente diferenciadas. Pop de estribillo fácil y grito femenino histérico los primeros, rock visceral de garito y espanta penas los segundos.
Ambos ofrecieron el recital habitual que llevan todo el verano paseando por media España, reivindicando a la par más atención masiva, algo complicado pero sin duda necesario pues cuentan con el peso de canciones como 'Eléctrico', 'Cientocero' o 'En Mis Venas' unos (que por cierto, anunciaron concierto en La Riviera madrileña para el 13 de diciembre), y 'On the Radio', 'Purple Neon Lights' y 'Thanks' los segundos.
Mientras rematan un show sobresaliente The Right Ons, ya suenan en el escenario grande The Kooks, capaces por algún motivo de congregar a miles de personas a su alrededor. Será cosa del pop fresquete de estrofa, estribillo y baile fácil. Cierto es que tienen títulos notables como 'Naive', 'She Moves in Her Own Way', 'Oh Lala' o 'Seaside', pero da la impresión de que su nombre aparece en los carteles con letras que les quedan demasiado grandes.
Aún antes fue momento para Lüger y su protorock cavernícola, progresivo, suicida, quirúrgico y psicópata, denso y salvaje como un pelotón de fusilamiento aniquilando (por una vez) culpables con toda la fiereza que otorga saberse en posesión de la única y última verdad.
Han sido en total incontables horas de música en la Universidad Complutense de Madrid, en la segunda edición del festival que la capital reclamaba. Una cita capaz de congregar al público más variopinto que uno pueda imaginar, desde las niñas de misa de doce hasta grupos de heavies relativamente desorientados y agarrados a este clavo ardiendo a falta de una propuesta más cornuda.
Público variopinto hasta la extenuación de cualquier analista o clasificador compulsivo, pero bailón, fiestero, con camisetas de todos los colores, pantalones y minifaldas imposibles, y accesorios de todo rango y condición. Esto no es Las Vegas, esto es el DCode. Esto es mejor.