BENIDORM (ALICANTE), 23 (EUROPA PRESS)
Los madrileños Vetusta Morla eran el gran atractivo de la segunda jornada del Low Cost Festival y apenas en seis minutos demostraron el motivo. Concretamente en los seis minutos que dura la canción con la que abrieron, 'Los Días Raros', un perfecto tratado de intensidad contenida inicial, rematado con una explosión de épica coreable y potencia inusitada. Un puñetazo en la mesa para dejar al público con la boca abierta.
Un público fundamental en el éxito del concierto debido a su absoluta predisposición a cantarlo y aplaudirlo todo. Primero las canciones del último disco de la banda, 'Mapas', pero sobre todo las del exitoso 'Un Día en el Mundo'. Sonaron 'Copenhague', 'Valiente', 'Un Día en el Mundo', 'Sálvese quien pueda' y 'La Cuadratura del Círculo', mientras todo el festival se congregaba en torno al escenario principal. Este es su momento, pero lo más inquietante es que da la impresión de que Vetusta Morla aún están lejos de tocar techo. Son un fenómeno de límites impredecibles.
¿Qué hacen Vetusta Morla encabezando festivales de moda? Pues llevárselo de calle. Hoy por hoy no hay nada peor para un grupo que coincidir con los madrileños en horario en un festival. Ayer esta papeleta fue para los reivindicables Sex Museum y CatPeople, que se las vieron y se las desearon para llamar la atención del gentío. Un poquito de suerte tuvieron gracias a que la actuación de Vetusta Morla se quedara en unos escasos ochenta minutos. Supieron que el concierto principal había acabado cuando vieron desde sus escenarios riadas de gente acercándose a ellos.
La tarde había comenzado a las 19:45 horas con la actuación de Sidonie, quienes también reunieron a numerosos seguidores, frescos como rosas a esas horas, y que aparte de repasar lo más destacado de su cancionero, dedicaron un tema a Micah P. Hinson y Tachenko, recientemente accidentados por las carreteras españolas entre concierto y concierto.
Cuatro gatos literales esperaban poco después y en otro emplazamiento a Dos Bandas y Un Destino (nombre para la unión de Los Coronas y Arizona Baby) para un concierto que empezó muy frío pero que terminó llamando la atención de todo el que pasaba por allí gracias a ese sonido fronterizo que emparenta a Texas con los pasodobles de Soria. Y como la cosa iba de versiones, sonaron Dick Dale, Black Sabbath, Rolling Stones y Dead Kennedys. Allí el que no bailaba es porque no quería tener amigos. Por eso los de abajo bailaron y los de arriba sonrieron al fin.
Ok Go protagonizaron otra de las actuaciones importantes de la noche, basada en sus éxitos de pop energético y excentricidades varias, tales como tocar un tema casi 'a capella' con toda una escala de campanitas de todos los tamaños o cantar una acústica en mitad del público. Gustaron mucho pero repartieron público casi a partes iguales con Delafé y Las Flores Azules, quienes mantuvieron viva la consigna del baile sin fin y la maquinaria que no se para.
Un público ya no tan fresco recibió con los brazos abiertos a Mika ya bien pasada la medianoche en su única fecha española de este verano. Resulta curioso cómo un artista no precisamente independiente y que a priori podría no encajar con facilidad en este festival convenció con un espectáculo de pop fresco, divertido y tan luminoso que incluso barrió definitivamente la amenaza de lluvia que sobrevoló las cabezas de los más de 15.000 asistentes durante toda la jornada. Se metió al respetable en el bolsillo con un sorprendente dominio del castellano y unos falsetes imposible, y lo puso todo patas arriba con 'Grace Kelly' y 'Love Today', confirmando que la falta de prejuicios lo hace todo más fácil.
El cansancio de dos jornadas maratonianas ya era patente en buena parte del público que aún se mantenía en pie (muchos habían desertado ya) cerca de las cuatro de la madrugada para bailar, y ahora sí que bailar, con el set de pop electrónico de los australianos Cut Copy, en boca de todos estos últimos meses gracias al éxito de su álbum 'Zonoscope', y culpables en parte de ese revisionismo de sonido sintético de los años ochenta. Y aunque parezca increíble, miles de personas bailaron y continuaron bailando y seguramente más de uno siga todavía bailando horas después porque en Benidorm la música ni se para ni es una baratija de bajo coste.