MÉRIDA 17 Abr. (EUROPA PRESS) -
El flautista escocés Ian Anderson, líder de la banda de rock Jethro Tull, confiesa que las composiciones que le quedan por cantar "son las que no pueden ser cantadas", porque "nadie quiere oír a un hombre viejo y enfadando cantando sobre cosas difíciles", como el genocidio o el cambio climático.
Anderson es el autor de prácticamente todas las canciones de la banda y, tras más de 40 años usando su música para hablar sobre temas que le interesan, siente ahora que "es más seguro tocar música instrumental, sin palabras", porque "la gente prefiere pensar que todo está bien" y "vivir en un mundo de fantasía".
El artista escocés reconoce que incluso añora la época de la "censura", porque tenía "algo contra lo que luchar", al ser preguntado por los periodistas acerca de lo que le queda por contar como músico, en un encuentro que ha mantenido con la prensa en Mérida momentos antes de empezar el ensayo de su concierto en el Festival Extremúsika.
En los años 70, su música estaba vetada en países de la Unión Soviética, América Latina y en la India, y encontró "problemas" para éstas también en Estados Unidos donde, según dice, grupos de cristianos y evangélicos "radicales" llegaron a "quemar" ejemplares del álbum 'Aqualung', al considerar que "eran contrarios a Dios".
No obstante, para Anderson esos tiempos de censura eran "más divertidos" que los actuales. "En aquella época era mejor porque teníamos algo contra lo que luchar, ahora no, puedes decir palabrotas en televisión, en los periódicos, los niños pueden oírlas", comenta el líder de Jethro Trull.
"Cuando tenía 30 años pensé que estaba en el trabajo equivocado, porque no soy un roquero, no me gusta el rock; soy un músico acústico, me gusta la música bella, pero he estado siempre en el contexto de la música rock. Cuando tenía 30 ya era demasiado viejo para el rock and roll, de hecho, nací demasiado viejo para él", dice el escocés.
Sobre el porqué del nombre de su banda, Ian Anderson comenta que Jethro Tull fue una sugerencia de su manager de entonces, un estudiante universitario de historia. "No sabía que era un personaje histórico del siglo XVIII ni que de era una persona muerta, pero luego fue demasiado tarde para cambiarlo, aunque me hubiese gustado que no tuviésemos ese nombre, la verdad es que nunca me he sentido a gusto con él", reconoce.