MADRID, 31 Oct. (EDIZIONES - David Gallardo) -
Asegura Brian May que todavía escucha ocasionalmente Bohemian Rhapsody en su coche. Curiosa confesión, pues no es en absoluto habitual que los músicos admitan que se deleitan en privado con su propia música. Pero bueno, ¿acaso no merece este clásico del rock una escucha en bucle perpetua sin límite temporal? Démosle la razón al guitarrista de Queen por esta vez.
Tanto ha llovido desde su lanzamiento el 31 de octubre de 1975 que hasta el color de pelo de Brian ha cambiado totalmente de color, de negro profundo a blanco reflectante. Una anécdota que no oculta el dolor perpetuo por haber perdido en el camino en 1991 a Freddie Mercury, auténtico cerebro creador de esta grandilocuente ópera-rock de seis minutos que cambió las reglas del juego.
Pero por fortuna para los que aquí seguimos, la música es eterna y nos permite conectarnos con efervescente vitalismo, desafiando a las dichosas reglas de la vida y la muerte. Y por eso podemos recordar ahora que Bohemian Rhapsody se lanzó hace justo 40 años como single de adelanto del cuatro álbum de Queen, A night at the Opera, que llegaría en diciembre de aquel 1975.
Con una estructura absolutamente inusual y desconcertante, esta rapsodia bohemia es una pequeña gran demencia compositiva en la que no hay estribillo pero tiene seis secciones: introducción a capela, balada, (pedazo de) solo de guitarra, segmento operístico, sección de rock y coda final que retoma el tempo y la tonalidad de la balada introductoria.
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AMBICIOSO CLÁSICO
A pesar de su desafiante complejidad, o precisamente por eso, Bohemian Rhapsody fue un éxito fulminante que lideró las listas británicas durante 19 semanas. Una posición privilegiada a la que regresó por motivos trágicos a finales de 1991 tras la muerte de Freddie Mercury, acumulando en la actualidad 6,5 millones de copias despachadas, según datos de Universal Records.
Pero dejemos las cifras para los ejecutivos y retomemos la historia de esta canción que se pega instantaneamente como una lapa en la mente del oyente desde la primera escucha, gracias también a lo bien que empastan las voces de Freddie, Brian y el baterista Roger Taylor, que conforman uno de los coros más recordados de la historia del rock.
Aunque claro, esta parte no fue sencilla y el trío tuvo que cantar en sesiones de doce horas diarías hasta registrar 180 voces diferentes. El productor del tema, Roy Thomas Baker, ha relatado siempre que la canción completa, con todos sus giros y variaciones, estuvo siempre tal cual en la cabeza de Freddie, como si de una aparición mariana se tratase.
A pesar de eso, el grupo dedicó tres semanas enteras grabarla, después de otras tres semanas previas de ensayos, siempre con dirección musical absoluta por parte de Freddie Mercury, que utilizó un piano de cola Bechstein. Brian May, por su parte, grabó el solo de guitarra en una sola toma, guiado por su intuición artística, según ha defendido en diversas ocasiones.
Para terminar de apostar misticismo al asunto, ahí está esa letra indescifrable y objeto de todo tipo de análisis. Pero valga lo que dijo en vida el propio Freddie: "Es una de esas canciones que tienen un aura de fantasía alrededor. Pienso que la gente debería simplemente escucharla, pensar en ella y luego formar su propia opinión acerca de lo que les dice...".
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ÉXITO PERPETUO
A pesar de que Bob Dylan ya se había encargado de demostrar que canciones de seis y siete minutos podían ser éxitos radiofónicos, los ejecutivos de la discográfica EMI intentaron disuadir al grupo de lanzar Bohemian Rhapsody como single por su complejidad y su duración. Pero una vez que el Dj Kenny Everett la estrenó por partes, los oyentes dictaron sentencia pidiéndola insistentemente y en su totalidad.
Ya con el público entregado, el sencillo se puso a la venta el 31 de octubre de 1975 con el tema I'm in love with my car en la cara-b. La canción arrasó en el Reino Unido y fue también un éxito en Estados Unidos, aunque con menor pegada (interesantes situaciones que acontecían en la prehistoria, antes de que internet y las redes sociales nos llevaran a una tediosa globalización).
En una época sin MTV y sin YouTube, Queen se las apañó para que el videoclip de Bohemian Rhapsody fuera también un éxito icónico que llega hasta nuestros días por su atmósfera inquietante y atrayente. Obra de la empresa Trillian con dirección de Bruce Gowers, el vídeo se filmó en los estudios londinenses de Elstree, en los que Queen ensayaba para sus giras.
Ya desde el primer momento el clip provoca la sensación de que va a pasar algo. Y eso que solo se ven las caras de los cuatro integrantes de Queen en la penumbra cantando a capela. El resto se desarrolla progresivamente con efectos que ahora parecen sencillos, pero que eran muy adelantados a su tiempo. Siempre con la originalidad visionaria por bandera.
Por supuesto, hubo críticos de la época que acusaron al grupo de pretencioso y de grandilocuencia fofa. Pero la suerte estaba echada y la canción no hizo otra cosa que agigantarse con cada interpretación en directo, pues sobre el escenario era donde el cuarteto conseguía dar la auténtica magnitud de su mastodóntica autoridad. Creando jurisprudencia noche tras noche, anyway the wind blows.
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