MADRID 19 Feb. (EUROPA PRESS) -
Embajador de la música tradicional gallega, Rodrigo Romaní lleva 30 años paseando su arpa por medio mundo, primero con Milladoiro, uno de los grupos de folk más emblemáticos de Galicia, y desde hace unos años en solitario. Fruto de ese trabajo solista es As arpas de Breogán, una obra de estructura clásica cuya base se cimenta sobre el arpa celta.
As arpas de Breogán (Fol, 2013) es un trabajo construido de la misma manera que debe escucharse, sin prisas. Cuatro instrumentos sostienen esta obra de estructura de música clásica en formato acústico con suaves toques electrónicos y raíces profundamente gallegas.
"Me he llevado una sorpresa con el perfil de la gente que ha escuchado este álbum", reconoce Rodrigo Romaní en una entrevista en la que habla sobre su tercer trabajo en solitario. "Quizá sea lo más positivo de este disco", añade, señalando que, a priori, le parecía una obra asequible para los aficionados a la música clásica.
Rodrigo Romaní lleva desde finales de los años 70 con la música folk gallega. Como uno de los fundadores de Milladoiro ha recorrido medio mundo haciendo sonar el buzuki, la ocarina o la guitarra, pero, sobre todo, el arpa celta. "Fue el instrumento que me dio de comer 30 años", afirma.
Un instrumento que relaciona con "la música culta, en el sentido de cultivada, elaborada". Es precisamente el instrumento que define As arpas de Breogán, que remite, dice, al baile o a los cantos populares de taberna, aunque alejados de ese folk más ruidoso y movido de festivales como el de Ortigueira.
Romaní asegura que llego al arpa "por un azar". "Cuando empezamos con el folk medio urbano, tras la muerte de Franco, los grupos jóvenes nos encontramos con una música que estaba virgen y en la que no había una base armónica. Había que construir un edificio y necesitábamos instrumentos armónicos: guitarras, pianos o el arpa", recuerda.
"Con los años te das cuenta de que puede ser un instrumento solista, capaz de sostener el recurso armónico y el melódico", explica el músico, cuya pasión por este instrumento se tradujo, a mediados de los 90, en la creación de la primera escuela de arpa céltica de la península, a día de hoy integrada en la Escuela de Música Tradicional de Vigo.
Como profesor de dicha escuela municipal, Rodrigo ve cómo hay "cada vez más espacio para el folk". "En el plano profesional, los que se quieren dedicar a ello saben que les va a costar vivir de ello, pero hacen lo que les gusta y cada vez hay más demanda", sostiene. Las cifras le acompañan: la Escuela de Música Tradicional de Vigo tiene 400 alumnos para 10 profesores.
Parte de ese interés por el folk, dice, puede ser ese "profundo enraizamiento con el mundo rural" que pervive en Galicia. "Aunque la urbanización fue muy salvaje, en Galicia no fue tanto como en otras partes de España y eso hace que todavía haya un lazo y que se te revuelva algo en el cuerpo cuando oyes un instrumento tradicional gallego".
Y ese auge se produce en unos tiempos "malísimos para la música". "Sales de la escuela y toda esa formación no tienes dónde ponerla en práctica, aunque también podríamos decir lo mismo para la arquitectura", bromea Romaní, que considera la música como "un oficio muy trabajado".
"Es algo que los de la música clásica tienen muy claro, que la música hay que trabajarla muchísimo.En el mundo del pop y del rock no se tiene consciencia de eso porque es una música de mayor resultado inmediato. Pero si quieres que la música sea tu vida, tienes que formarte muy duro, no hay ninguna diferencia con un ingeniero", argumenta.
Sobre el futuro de la música tradicional gallega, Rodrigo recuerda las palabras de "el señor José", componente de un grupo de folk que a principios de los 80 reflexionó sobre este mismo asunto:"¿El futuro? ¿Cómo lo voy a ver? O morren todos los gallegos o seguirá habiendohabendo música gallega". "Bajo qué formas o qué estéticas no lo sabemos, pero evidentemente será algo muy difícil de borrar".