MADRID, 4 Sep. (EUROPA PRESS) - El español Javier García Pajares, el primer joven con sordoceguera que se va de Erasmus, admite que sus amigos le ven "como un héroe" y le dicen que tiene "superpoderes", pero él asegura que la vida le ha puesto "una serie de cosas" y él ha tenido que "tirar para delante, si o si". "Hay que adaptarse a todas las circunstancias", sostiene. En una entrevista con Europa Press, la única que ha concedido antes de partir a Londres, donde va a cursar el primer cuatrimestre del 6º curso del doble grado de Derecho y Administración y Dirección de Empresas, Javier se muestra "orgulloso" de lo que ha conseguido y afronta esta etapa "como algo muy importante" para él, "como lo es para cualquier estudiante". Solo que él no es cualquier estudiante. A los 10 años empezó a notar que no oía bien y a los 14 perdió la audición. Fue poco a poco. Según cuenta, al intentar coger apuntes en clase no lograba captar frases enteras, sino "trozos", y cuando quería interactuar con sus compañeros, repetía "¿eh? ¿eh?" una y otra vez. Para los médicos la causa eran "unos tapones" y para los profesores, que era "un chico muy distraído". Con la visión le pasó algo parecido: "Me daba cuenta de que, al leer en alto, iba palabra por palabra y tardaba diez minutos para un párrafo. Fue cada vez a más, cada vez a más", explica este joven de 24 años, que, en plena adolescencia, con 16, dejó de ver. La manera de afrontar esta nueva situación, a su juicio, depende de "cómo responde tu entorno". En su caso, "muy mal". "Sufrí 'bullying' por parte de mis compañeros y profesores; los médicos decían que estos problemas eran porque era muy distraído y mi familia les creyó. Acabé aislándome de todo", recuerda. Abandonó el instituto a mitad de 4º de la ESO y se encerró en casa. Pasó dos años así, hasta que su padre, superado, le afilió a la ONCE en busca de ayuda. Un psicólogo de la organización comenzó a visitarle y, tras muchos desplantes, consiguió llamar su atención. "Me dijo que me fuera con él a escalar y le empecé a acompañar. Me metió cosas en la cabeza como que 'qué iba a ser de mi', 'que no podía seguir así', 'que mis padres estaban muy preocupados'...", explica. Y fue precisamente la preocupación de sus padres lo que le hizo reaccionar: "Tenía que hacer algo". Decidió retomar los estudios que dejó dos años atrás, pero, para ello, tuvo que aprender lenguaje dactolológico (consiste en deletrear cada letra del mensaje sobre la palma de la mano de la persona sordociega), además de braille (para lectura y escritura) y mecanografía. La ONCE le proporcionó una plaza en su centro de Educación Primaria y Secundaria CRE Antonio Vicente Mosquete de Madrid, se trasladó desde Plasencia y volvió a 4º de la ESO. "Sentí que muchas personas estaban depositando su confianza en mi, que podía estudiar y no estar en casa todo el día sin hacer nada; me sentí comprometido, en deuda y me puse a estudiar, estudiar y estudiar y mis resultados fueron muy buenos", relata este joven con sordoceguera que ha conservado el habla. Si bien en lo académico había recuperado la confianza, en las relaciones sociales, no tanto. "En el colegio hice muy buenos amigos, de los mejores, pero me costaba relacionarme con todos los que no fueran ellos", admite este estudiante que ahora presume de hacer amistades allá donde va. "Poco a poco me fui abriendo. Ha sido un proceso muy largo", subraya. "Lo que he aprendido en todos estos años es que siempre hay que decir 'sí'. Si te proponen algo, di 'sí, sí y sí'; cuando la gente te pregunte si quieres ir a tomar algo, aunque no te apetezca, di que sí porque, si no sales, te vas a quedar aislado y la gente se va a cansar de decirte siempre que salgas", aconseja. Del colegio pasó a un instituto en el centro de Madrid para cursar Bachillerato. Allí, con la ayuda de Lorena, una mediadora de la Fundación ONCE para la Atención de Personas con Sordoceguera (FOAPS), Javier empezó a seguir las clases a través de la 'línea braille', un dispositivo electrónico que permite la salida de contenido en código braille desde un ordenador. Y este es el sistema con el que sacó sobresalientes en Bachillerato y con el continúa sacándolos en la Universidad Autónoma de Madrid. "Lorena escribe todo lo que se dice en clase: las explicaciones del profesor, los comentarios de los compañeros e incluso cosas de contexto como 'acaba de entrar una chica tarde por la puerta'", detalla Javier, que todavía conserva "un resto visual" que le permite leer los gráficos y tablas de las asignaturas de contenidos matemáticos que su mediadora le reproduce con un rotulador negro en folios blancos y letra muy grande. Para lograr la beca Erasmus ha tenido que aprender inglés hasta alcanzar el nivel B2 europeo. A Javier no le bastaba saber leer y escribir en ese idioma, también quería hablarlo, algo realmente complicado para una persona que no oye a los demás ni se oye a sí misma. Gracias a una profesora de inglés y psicóloga, que "lo vio como un reto", también acabó consiguiéndolo. "En Londres es fundamental que me sepa comunicar con otras personas porque me tengo que relacionar. Eso viene de por sí con una Erasmus", sostiene. A la pregunta de si siente nervios o miedo por irse a vivir a una ciudad tan grande como Londres responde tajante que no. "Cuando me vine a estudiar a Madrid, vine a una ciudad grande que no conocía, a una residencia que no conocía y aquí estamos. Han pasado ya siete años", recuerda este joven pionero que ve en el idioma "la única diferencia" entre las capitales española y británica. En esta última, contará también con la ayuda de una mediadora de FOAPS. "Una cabeza llena de miedos no tiene lugar para los sueños", cita este proverbio para explicar que "con miedo no se vive". Tampoco lo tiene por la transición de la Universidad al mundo laboral, para el que asegura estar preparado tras superar "con éxito" unas prácticas en la Dirección General de la ONCE. "Todos mis estudios están orientados a conseguir un trabajo y una vida independiente; la sordoceguera no me echa para atrás", subraya, no si admitir con ironía que hay empleos como el de "astronauta" que no podrá ejercer nunca. Sobre la actualidad política prefiere no pronunciarse, aunque le parece "un poco fuerte" que en esta última semana de debate parlamentario "no se haya hablado de discapacidad". Tampoco entiende por qué no se hace "un esfuerzo mayor por parte del Estado" en el programa Erasmus y asegura que él ha empleado tres años para buscar financiación adicional para marcharse a Londres. Lo ha logrado con el apoyo de la ONCE, FOAPS y Universia. Cuando termine el próximo junio el doble grado en la Autónoma de Madrid, Javier se plantea estudiar otra carrera, no sólo porque tiene interés y le gusta, sino porque considera que le puede abrir "otra puerta" para participar en programas internacionales de movilidad: "Si ahora con la Erasmus me va bien, ¿Por qué nos vamos a quedar en Londres si podemos ir a Nueva York?".