MADRID, 14 Jun. (EUROPA PRESS) -
Mireille Twayigira tiene 25 años, nació en Ruanda y tiene nacionalidad malauí. Pero también es médico, lo que ofrece una perspectiva positiva para otros refugiados como ella. "Los que me ven se sienten animados a esforzarse, alguien puede inspirarse en mí", ha declarado este miércoles en una entrevista con Europa Press.
Twayigira se encuentra esta semana en Madrid para presentar, junto a Entreculturas y el Servicio Jesuita a Refugiados, la campaña 'Education opens the world', campaña internacional en la que ambas entidades piden a las instituciones que promuevan el derecho a la educación entre los refugiados.
Según ha narrado, fue a los dos años cuando ella y su familia tuvieron que huir del genocidio que se estaba produciendo en su Ruanda natal en 1994, en el que mataron a su padre. Entonces, ella, su madre, abuelos y tíos, huyeron a Burundi y de allí a República Democrática del Congo, donde su madre falleció en un campo de refugiados. Junto a sus abuelos continuaron huyendo hacia Angola, pero volvieron a Congo, de ahí a Zambia y, finalmente, a Malawi, en el año 2000.
Algunos de los recuerdos que la inundan todavía guardan relación con la travesía, aunque reconoce que por entonces "era muy joven". Según recuerda, no fue hasta que llegaron a Zambia --de ahí fueron a Malawi-- cuando pudieron viajar en vehículo, gracias a la ayuda económica de una amiga de la familia. "Mucha gente tiene buen corazón porque hacen pequeñas cosas que transforman" a otras personas, cree la médico al acordarse de esta amiga de la familia.
Hasta entonces, tenían que recorrer los bosques y demás caminos "a pie". "Recuerdo los momentos difíciles", se sincera Twayigira, que relata cómo una vez su abuelo tuvo que dar a cambio su chaqueta por un par de mandarinas para que ambos pudieran comer, situación que la doctora no sabe realmente si fue "un momento feliz o no". También recuerda que sufrió desnutrición, según ha añadido en la rueda de prensa que se ha celebrado este martes en Entreculturas, y cosas tan específicas como que llegó a alimentarse de una serpiente calcinada o que "bebía agua en ríos donde había cadáveres flotando".
Fue en Malawi, en el campo de refugiados de Dzaleka, donde comenzó su educación primaria. Tal y como ha rememorado, vivir en un campamento de refugiados es "muy diferente" a una vida normal, donde las casas están hechas con techos de hierba, los niños van al colegio sin comer o sin darse un baño, donde no hay electricidad o incluso no hay televisión o zapatos. "Ahora las cosas han cambiado", señala la refugiada, que recuerda que tenía unos zapatos hechos de goma de neumático.
POR QUÉ MEDICINA
Dado que en el campamento de Dazleka no había en aquel momento escuela secundaria, Mireille fue seleccionada para poder ir a una escuela fuera del campamento de refugiados y acabó completando su educación. Se convirtió en una de las seis mejores estudiantes de todo el país, lo que llamó la atención del gobierno chino, que le concedió una beca de estudios. "Fue la mejor decisión para devolverle el favor a la comunidad", agradece la médico, que agrega que ya pensaba que con la educación podía "ser alguien algún día".
El problema era que no tenía la nacionalidad de Malawi, pero una emisora de radio hizo una campaña para que la consiguiera. En 2010 pudo viajar al país asiático para estudiar la carrera de Medicina. "Me di cuenta de que quería hacer algo para estar en contacto con diferentes personas, jóvenes y adultos, y la medicina era una de las carreras que te permitía hacerlo", justifica su decisión de estudiar esta carrera. Además, añade que "desde pequeña" siempre tuvo esa idea. Se graduó en julio de 2016.
A pesar de todo lo que ha pasado, Twayigira reconoce sentirse feliz. "Soy muy feliz de estar trabajando en una profesión muy respetable", declara a Europa Press, aunque admite que le gustaría volver a su país natal, Ruanda, y que si tuviera que cambiar algo de su vida sería poder estar con sus padres, los cuales murieron.
Preguntada sobre qué es lo que ha aprendido durante su vida y su "larga historia", Twayigira afirma que "la principal lección es que siempre hay esperanza". "Ha sido duro pero todo ha pasado, y yo quiero ser positiva", indica la doctora, que considera que el futuro es "prometedor".
Con respecto a la situación actual que vive Europa con los refugiados, Twayigira incide en que "nadie quiere abandonar su país" y que ninguna institución "debería ver a los refugiados como una amenaza" porque "trabajan duro" y se puede "aprender mucho de ellos". "Los refugiados ayudan a la economía, habría que abrirles las puertas y la educación es el mejor modo para compensar a quien los acoge", explica la médico, que se define como "la prueba viviente" de que el trabajo de ONG como Entreculturas y su fomento de la educación da resultados.