El nuevo siglo no deja de sorprendernos. Están pasando cosas a las que no les damos importancia pero que la tienen. Que quedan diluidas dentro del exceso de información sin llamar la atención pero traen mensajes que hay que saber leerlos.
Me refiero a las carreras populares, a aquellas que, cada vez con más frecuencia (los domingos por la mañana), interrumpen el tráfico en nuestras ciudades a primera hora de la mañana para que bastantes ciudadanos corran 10 kilómetros, que no son pocos. Coincidirán conmigo que el hecho de que algunos miles de ciudadanos se levanten pronto un domingo para ir a esforzarse corriendo a cambio de nada no es un hecho sin importancia. La imagen es potente y uno tiene la tentación de decir que, poco a poco, algo está cambiando y para bien en este país.
Lo empezaron organizando las asociaciones deportivas, luego se sumaron las empresas como patrocinadores y acostumbran a tener un objetivo solidario al que destinar la recaudación para demostrar la vitalidad de nuestra sociedad civil.
Hay ciudadanos de todas las edades y de todas las condiciones sociales. Es cierto que predomina la gente joven; suena bien que estos jóvenes madruguen el domingo en lugar de levantarse al mediodía. Hay tantas mujeres como hombres y suena bien que ellas se hayan apuntado a un deporte de resistencia y de fondo. Cada vez se ven más ciudadanos que superan la cincuentena y hasta los sesenta años. Alguien les ha dicho que hay que cuidarse, que para la diabetes, la hipertensión o el colesterol el ejercicio es fundamental y se lo han tomado en serio.
Y sobre todo, llaman la atención los grupos familiares corriendo juntos, padres con hijos, tíos con sobrinos o hermanos que se hacen fotos de grupo antes de empezar la carrera.
No es el golf ni el esquí ni las regatas a vela, es más bien un deporte para estos tiempos de crisis económica en el que solo se necesitan unas zapatillas y mucha fuerza de voluntad para llegar al final. Cuando los pedagogos nos dicen que hace falta recuperar la cultura del esfuerzo y de la perseverancia para sacar el país adelante, la imagen de miles de ciudadanos corriendo el domingo por la mañana invita al optimismo, porque les aseguro que hace falta mucho esfuerzo y mucha perseverancia para llegar al final.
Se les ve entrenando con sus auriculares a primera hora de la mañana o a última hora de la tarde por la ciudad y hay quien dice que estamos ante un movimiento cultural que ya tiene su revista en los quioscos, su libro de cabecera "del que hablo cuando hablo de correr" de Haruki Murakami, sus tiendas especializadas, muchas webs para intercambiar experiencias y una estética en la forma de vestir.
Precisamente, el próximo 28 de noviembre se celebrará en Madrid la II Edición de la 'Carrera Popular Ponle Freno', una actividad para sensibilizar a los ciudadanos sobre la seguridad vial, en la que colabora la DGT. Este año, los corredores, entre los que habrá muchos rostros conocidos, podrán competir en un recorrido de 5 kilómetros o en otro de 10 kilómetros alrededor del parque del Retiro portando todos ellos un mensaje de prudencia en las carreteras.
Y es que, en Madrid y en otoño, hay una carrera cada quince días hasta culminar en la San Silvestre; en Barcelona ha habido 12.000 participantes en la de La Mercé y 18.000 en la de Los Bomberos, pero la verdad es que en todas las ciudades puede constatarse este auge del atletismo popular. Me explican que en toda Europa está pasando, pero que en ningún país se da con la pasión e intensidad que pasa aquí y están. ¿Será que este país, por fin, se está poniendo en marcha?
Pere Navarro es director general de Tráfico del Ministerio del Interior