MADRID, 1 Jul. (EDIZIONES) -
"El profundo y estúpido desperdicio de la guerra, no solo material sino también moral y espiritual, resulta escalofriante para los que tienen que soportarlo". La cita es de J. R. R. Tolkien, autor de 'El señor de los anillos', que vivió en primera persona como soldado raso la sangrienta batalla del Somme.
La contienda del Somme, que transcurrió alrededor del río del mismo nombre, en el norte de Francia, fue una de las batallas más sangrientas de la Primera Guerra Mundial: dejó más de un millón de bajas entre ambos bandos. Sólo en su primer día, el 1 de julio de 1916 casi 20.000 británicos perdieron la vida y otros 37.400 resultaron heridos, un golpe que es recordado como uno de los más duro sufridos por el ejército británico. El bando alemán tuvo ese día alrededor de 12.000 bajas, entre heridos y fallecidos.
Cuando dio comienzo el año 1916, el frente occidental de la Gran Guerra se encontraba en un punto muerto, con ambos bandos parapetados detrás de las trincheras. El ataque de las fuerzas alemanas sobre Verdún el 21 de febrero de 1916 amenazó con destruir ese equilibrio de fuerzas. Los aliados decidieron contratacar. La respuesta fue la batalla del Somme.
"La finalidad principal no era, en ese momento, romper el frente alemán para profundizar (aunque fuera ésta una de las intenciones perseguidas por el ejército británico) sino desgastar al enemigo para agotar sus fuerzas y recursos, obligándoles a recuperar parte de sus contingentes, reduciendo la presión que Alemania estaba ejerciendo sobre Verdún", narra José Rodríguez Terceño en una monografía dedicada a la I Guerra Mundial de la revista 'Historia de la Comunicación Social' de la Universidad Completense.
Durante los días previos al 1 de julio, doscientos cañones pesados y aproximadamente mil ochocientos ligeros bombardearon intensamente las líneas alemanas. "El mando británico estaba convencido que el único resultado posible de este bombardeo constante era la destrucción de las defensas alemanas, por lo que el avance, previsto para las 07:30 horas de la mañana del primero de julio, iba a ser lento, casi un paseo militar hasta las posiciones enemigas, que se creían destruidas y abandonadas", señala Terceño.
La realidad, sin embargo, fue muy distinta. Pese a los estragos causados por los bombardeos en las filas enemigas, los alemanes aguantaron en sus posiciones y causaron una masacre entre la infantería británica cuando el 1 de julio el mando aliado dio la orden de tomar las trincheras enemigas.
De hecho, el bombardeo, calificado de negligente por muchos historiados militares, tuvo un efecto adverso para las fuerzas aliadas, destrozando el terreno por el que tenía que avanzar la infantería para llegara las líneas alemanas. "El desastre para las fuerzas británicas no pudo ser más fuerte, sangriento y lastimoso", señala Quero Rodriguez en su 'Historia militar de la Primera Guerra Mundial'. Al acabar el día, los británicos habían sufrido 57.400 bajas entre muertos y heridos.
141 DÍAS DE BATALLA
Tras el fatídico primer día, las fuerzas aliadas sólo habían conseguido conquistar 3 kilómetros cuadrados de terreno enemigo. Fue el inicio de una batalla que iba a durar 141 días. Durante las siguientes dos semanas, el ejército británico realizó una serie de pequeños ataques sobre la línea alemana, en preparación de otro ataque mayor.
El avance era lento, aunque los aliados lograron que el bando alemán moviera hombres y municiones desde Verdún. El 14 de julio el ejército británico logró ganar terreno en la batalla de Bazentin, que tenía tenía como propósito la captura de la segunda línea de defensa alemana situada entre Pozières, en la carretera de Albert-Bapaume, y los pueblos de Guillemont y Ginchy.
Aprovechándose de la oscuridad, la artillería británica inició a las 3.20 horas un bombardeo intenso de las líneas alemanas y al amanecer inició el ataque. Las fuerzas alemanas fueron cogidas por sorpresa y tuvieron que retroceder permitiendo que los ingleses recuperaran el pueblo de Longueval.
Durante las próximas semanas, en agosto y septiembre, las tropas aliadas llevaron a cabo una guerra de desgaste, con resultados desiguales. El 15 de septiembre, en la en la batalla de Flers-Courcelette, los británicos introdujeron una nueva máquina de guerra con el fin de desestabilizar a los alemanes: el tanque. Fue la primera vez que los tanques eran utilizados en un campo de batalla.
A finales de septiembre, los aliados habían logrado dos importantes victorias, en la población de Morval y sobre la fortaleza alemana de Thiepval. La última gran batalla en el Somme tuvo lugar entre el 13 y el 18 de noviembre, a lo largo del río Ancre.
Con un planteamiento muy similar al del 1 de julio, las tropas aliadas consiguieron ahora sí un mayor éxito: la infantería logró tomar los pueblos de Beaumont Hamel y Beaucourt, capturando 7.000 soldados alemanes. El 19 de noviembre, con el invierno causando estragos entre las tropas, se dio por cerrada la batalla del Somme. El general Douglas Haig decidió terminar la ofensiva hasta febrero. Fue el cierre a una de las batallas más sangrientas de la I Guerra Mundial.