MADRID, 29 Dic. (por Joan Tubau, director general de Médicos Sin Fronteras) -
2016 ha sido un año desgarrador para las personas que conviven con la guerra y con la violencia y desolador para quienes hemos sido testigos de la pasividad de los que podrían cambiar esta realidad. El año que termina ha sido terrible para la ayuda humanitaria y para muchas de las personas que dependen de ella.
Alepo constituye la manifestación más brutal de todo esto y ha supuesto un ejemplo de cinismo e inacción por parte de la comunidad internacional.
La violenta ofensiva y el implacable asedio sobre la ciudad siria han significado un brutal cierre a un año en el que, en demasiadas ocasiones, hemos sentido una enorme frustración por no poder llegar hasta las víctimas.
Y cuando estas, superando todos los obstáculos y riesgos, conseguían poner pie en un entorno seguro (Europa), la respuesta de nuestros países no podía ser más dura. 2016, nos deja demasiados ejemplos de ello.
FIRMA: YANN GEAY /MSF. Un hospital bombardeado en Yemen.
La llamada crisis de los refugiados ha demostrado que, para la Unión Europea y sus Estados miembro, el derecho que protege a estas personas se puede retorcer hasta convertirlo en papel mojado y que su incumplimiento no acarrea en la práctica consecuencia alguna.
Por otro lado, los ataques a hospitales y otros bienes protegidos por el Derecho Internacional Humanitario y la inacción internacional frente a estas agresiones ahondan, todavía más, la desconfianza sobre la validez de los instrumentos de derecho internacional que tanto costó poner en marcha y que daban cobertura a quienes aliviaban el sufrimiento de las víctimas.
Los Estados y las partes beligerantes desprecian cada vez más y sin atisbo de vergüenza los marcos legales que garantizaban un mínimo de humanidad en los conflictos, es decir, el Derecho Internacional Humanitario y el derecho de los refugiados.
Estos eran el puntal sobre el que descansaba la acción humanitaria; y lo decimos así, en pasado, siendo muy conscientes del tiempo verbal empleado. El Derecho Internacional Humanitario establece que las instalaciones médicas son espacios protegidos.
Si bien los ataques a la misión médica se han usado como estrategia de guerra en diferentes conflictos, como en Siria desde el inicio de la guerra, el mortal ataque contra el hospital de Médicos Sin Fronteras en Kunduz (Afganistán) el 3 de octubre de 2015 marcó un punto de inflexión. Era la primera vez que una 'democracia occidental buena' atacaba un hospital.
El mundo aceptó la versión del error esgrimida por Estados Unidos, nadie se indignó, no hubo reacciones acaloradas ni consecuencias políticas y los efectos de esta situación de impunidad no se hicieron esperar.
FIRMA: VICTOR J BLUE. Vehículo de MSF destrozado por un bombardeo.
Los reiterados ataques a las instalaciones médicas son una prueba del cada vez mayor desdén por las vidas de los civiles. Hoy en día, en algunas zonas del planeta, hasta el más mínimo respeto por la vida humana parece una utopía.
HEMOS ASUMIDO QUE EN LAS GUERRAS SOLO IMPERA LA LEY MÁS CRUEL
Hemos asumido que en las guerras solo impera la ley más cruel como una fatalidad ante la que solo podemos cruzarnos de brazos. Entre enero y septiembre de 2016, la Organización Mundial de la Salud (OMS) contabilizó 198 ataques a la misión médica en todo el mundo.
Esta relación de incidentes es un indicador de la magnitud del problema y de la manera en que se libran las guerras hoy en día. Algunos de estos ataques han sido objeto de atención internacional.
La vasta mayoría, sin embargo, son solo estadísticas: ninguna explicación, ningún responsable, ninguna reparación. Desde Médicos Sin Fronteras hemos repetido hasta la extenuación que una guerra sin límites lleva a un campo de batalla sin médicos.
Sin médicos y sin hospitales desaparecen uno de los pocos vestigios de humanidad que quedan en las guerras. Ahora, los límites son flexibles en función de los intereses de las partes. La pregunta es cuánta flexibilidad pueden permitirse los médicos.
Solo en Siria, nuestra organización ha registrado en el año que termina 47 ataques a 19 estructuras médicas a las que daba apoyo.
FIRMA: ANDREW QUILTY. Habitación de un hospital bombardeado en Kunduz
SIN RESPONSABILIDAD, SIN OBLIGACIONES
Existen preocupantes paralelismos entre el Derecho Internacional Humanitario y el derecho de los refugiados.
La lógica de la seguridad ha puesto a prueba estos dos marcos legales y ambos han sufrido el mismo destino: los Estados se han negado a asumir sus obligaciones.
En el caso del derecho de los refugiados, 2016 será siempre recordado como el año en que la UE abdicó pública y descaradamente de sus responsabilidades.
Con el acuerdo entre la UE y Turquía, la política de externalización de fronteras fue un paso más allá. El objetivo está claro: sellar Europa y crear una zona de contención que detenga y absorba los flujos de refugiados y migrantes.
En otras palabras, se subcontrata el trabajo sucio a sabiendas de que podría implicar abusos, ya sea a manos de las fuerzas de seguridad estatales o de los traficantes de personas. Y esto debe hacerse a toda costa y a cualquier precio, incluso en contra de los principios que inspiran los tratados ratificados.
Por si esto fuera poco, los fondos humanitarios europeos se utilizan para facilitar el objetivo político de mantener a estas personas lejos de nuestros países.
Esta actitud se está convirtiendo en tendencia y, por todo el mundo, los países ricos están creando burbujas impermeables, mediante muros, concertinas y políticas que erosionan el derecho de asilo, el que protege a las personas que huyen de las guerras.
Desgraciadamente, esta dejación no ha encontrado mucha resistencia en gran parte de la ciudadanía europea que asiste, entre paralizada y asustada, a una peligrosa deriva.
La humanidad no solo se demuestra en la ausencia de conflictos armados sino también en la respuesta que damos a quienes los padecen y esta no ha podido ser más decepcionante en 2016.
NI LAS APARIENCIAS
El Derecho Internacional Humanitario y el derecho de los refugiados eran marcos que dependían, hasta cierto punto, de la solidaridad y la responsabilidad.
Sabíamos que, en el mundo de la realpolitik, se trataba a menudo de un juego de apariencias; pero ahora nadie se toma ni esa molestia. A medida que esto pasa, se va extendiendo un vacío que deja en la indefensión a las víctimas de las guerras, exactamente como estaban antes de que, en el siglo XX, se crearan estos marcos para protegerlos.
Termina un año en el que hemos visto cómo los Estados han traicionado los marcos de acción humanitaria que proporcionaban cierta protección a los civiles y a los trabajadores médicos y humanitarios en los conflictos.
El alejamiento es tal que si hoy se firmaran los Convenios de Ginebra o la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados, estos garantizarían una protección mucho más débil. Y esta conclusión resulta sombría.