YAMENA, 29 May. (De la enviada especial de EUROPA PRESS en Chad, Isabel Vega) -
El Sahel sufre una crisis alimentaria como la población local no ha visto en una década. La mala cosecha del año pasado, la subida generalizada del precio de los alimentos y un nuevo ciclo de sequía han provocado una inseguridad alimentaria que alcanza a dos millones de personas en Chad y a casi diez en todos los países al sur del desierto del Sáhara. La escasez es tal, que cientos de familias sobreviven 'robando' a las hormigas su sustento.
Se trata de las 'termitières', madres de familia numerosa que rebuscan en los hormigueros de la zona cada día durante horas. Tratan de encontrar el escondite de la hormiga reina, donde las obreras han ido depositando los granos de cereal recogidos de los campos durante los meses anteriores. Lo separan de la tierra sirviéndose del viento y de un plato de esparto, y lo muelen hasta conseguir una suerte de harina que después mezclarán en el fuego con un poco de agua caliente, haciendo una pasta que llene el estómago.
Esta práctica es frecuente en el norte de la región de Guèra, donde está presente la ONGD española Intermón Oxfam trabajando contrarreloj para poner en marcha proyectos de ayuda humanitaria, desarrollo agrícola y gestión de agua que permitan a 40 poblaciones superar la emergencia y crear reservas para afrontar nuevos periodos de escasez. En esta zona, la ausencia de redes de comunicación y el terreno desértico harán imposible que llegue la ayuda cuando comience el periodo de lluvias, previsto a partir de junio.
A Mariam Osuman, 'termitière' y madre de diez hijos, le preocupa especialmente que comience a llover, porque entonces "ya no habrá forma de encontrar los hormigueros" ni, por tanto, algo de comida. Remueve la arena con ahínco en el pueblo de Djaya Nagataïra, una localidad de 1.700 habitantes en el cantón de Kinga. Quiere evitar lo que sufrió su compañera de faena, Fátima Mussa, a quien el hambre mató dos hijos.
Mussa, igual que otras muchas mujeres en Guèra, ha tenido que acudir al último recurso de emergencia para estas poblaciones: el árbol que conocen como 'savonnier' (Balanites Aegyptíaca), uno de los pocos que se conserva verde en esta región desertificada y que produce una hoja pequeña y "muy amarga". Cuando no quedan hormigueros, la recolectan y comen hervida, pero conseguir una cantidad suficiente no resulta fácil para las manos desnudas de las mujeres, porque las ramas están pobladas de espinas afiladas de hasta cinco centímetros de largo.
Mientras las ONGD y las agencias internacionales preparan su respuesta a la emergencia alimentaria, son muchas las familias que sobreviven gracias a estas soluciones desesperadas, porque si bien el Gobierno de Chad ha subvencionado cereales como el mijo reduciendo su precio a la mitad, el importe sigue siendo inalcanzable para los habitantes de las zonas rurales, adonde tampoco ha llegado aún la comida del Programa Mundial de Alimentos.
EL GANADO SE MUERE
En Barama (Bitkine), a 400 kilómetros al Este de Yamena, conocen muy bien esta realidad. A sus 1.500 habitantes les corresponden unos cincuenta kilos de estos cereales subvencionados, pero los sacos están encerrados en un almacén de la ciudad porque nadie en el pueblo tiene dinero para comprarlos, ni tampoco forma de conseguirlo.
Taryme Gamarga, el jefe en esta comunidad, explica con indignación que sólo a dos familias les queda ya un saco de mijo: cinco kilos de cereal para dar de comer a una media de seis hijos, más los padres y los abuelos, durante los próximos tres meses. Dice que éstos "son los que más tienen", porque "ni un camello podría sobrevivir a la cantidad de grano que queda en pueblo".
De hecho, los ganaderos están viendo como poco a poco los rebaños se reducen. No recuerdan una "buena lluvia" desde el año 2007 y en esta región, los caudales de los ríos son de arena y hay desierto en lugar de pasto. "Ya no sirven para nada", dice de sus animales un habitante del pueblo, que conserva una docena de cabras famélicas de lo que fuera un grupo de cuarenta. Como el ganado se encuentra en este estado, su precio se ha desplomado y es frecuente encontrar ejemplares muertos por los caminos.
UNIDADES PARA MALNUTRIDOS
Más lejos de allí, en Am Dam (región de Ouaddaï) las 'termitières' también rebuscan en el campo. Esta región tiene más de 80.000 habitantes organizados en ocho distritos, todos afectados por la crisis alimentaria. La ONG Internacional Medical Corps gestiona el único hospital en kilómetros a la redonda y ha tenido que establecer una unidad especial para niños con malnutrición aguda, que suponen ya el 80 por ciento de sus pacientes de pediatría.
Aunque la instalación es precaria, sólo dispone de cuatro trabajadores y algunos voluntarios, no tiene ambulancia y su capacidad se limita a 23 pacientes, pueden gestionar hasta medio centenar de consultas diarias. Atienden todo tipo de males, pero el grueso son casos de paludismo, infecciones respiratorias, parásitos intestinales y malnutrición.
Mientras la Ayuda Oficial al Desarrollo de los países industrializados se reduce a medida que avanza la crisis económica, un cartel junto a la puerta del edificio recuerda la importancia de la solidaridad del Norte para la supervivencia en el Sur: En este hospital hay fondos de la Cruz Roja Española y la Junta de Andalucía.