El Ejército israelí sostiene que dos de los palestinos eran una amenaza para los soldados
JERUSALÉN, 2 Ene. (EUROPA PRESS) -
Las órdenes de los militares israelíes que asesinaron a tres palestinos en Nablús la semana pasada eran de capturar a los milicianos, "realizar una incursión y capturar a los hombres buscados", según los documentos militares a los que tuvo acceso el diario israelí 'Haaretz'.
Sin embargo, desde el primer momento testigos presenciales y, posteriormente, el testimonio de los propios militares confirmó que al menos dos de los miembros de las Brigadas de los Mártires de Al Aqsa, brazo armado de Al Fatá, fueron sacados desarmados y por la fuerza de sus casas y ejecutados.
El comando Duvdevan de la División de Judea y Samaria del Ejército israelí, responsable de las muertes de Adnan Subuh, Raad Sarkaji y Ghassan Abu Shreij, recibió el 25 de diciembre estas órdenes firmadas por el Comando Central del Ejército de Tierra israelí, horas antes de la operación contra los milicianos, tres de ellos presuntos responsables de la muerte, el día anterior, del rabino Meir Hai en el asentamiento judío de Shavei Shomron, al noroeste de Nablús. Sin embargo, las familias de los palestinos muertos niegan esta versión.
Los mandos militares consultados por 'Haaretz' subrayaron además que los militares no recibieron ninguna orden verbal posterior que puediera justificar el asesinato de los palestinos. Además, ninguno de los tres intentó escapar, según los familiares, un hecho que no niegan desde el Ejército israelí.
Sin embargo, sí es cierto que los miembros del comando Duvdevan contaban con información de inteligencia que sostenía que los sospechosos podrían estar armados y que eran los asesinos de Hai. En tales casos, cualquier gesto sopechoso de los "objetivos" podría suponer una amenaza para la vida de los militares, según el protocolo convencional, por lo que tendrían potestad para responder con fuego letal. "No asesinamos ni ejecutamos. En tales circunstancias la seguridad de nuestras fuerzas está por encima de la seguridad del enemigo", explicó un oficial israelí.
ASALTO MILITAR
En la casa de Abu Shreij colgaba en el momento del asalto israelí un cartel con la fotografía de su hermano mayor, Nayef, uno de los líderes de las Brigadas de los Mártires de Al Aqsa en el inicio de la Segunda Intifada (septiembre de 2000). Un hermano menor de Ghassan, Nihad, está en una prisión israelí desde hace tres años.
Sobre las 2.00 de la madrugada del día 26 de diciembre la madre de Ghassan, Umm Nayef, escuchó ruidos en la calle y una explosión. "Volaron la puerta de entrada al patio y se escucharon muchos gritos y había humo. Les grité que soy vieja y avisé a mi familia: '¡Los judíos, los judíos!'. Uno de mis hijos, Yihad, bajó el primero y tras él lo hicieron su mujer y sus hijos. Los soldados les golpearon y les preguntaron dónde estaba Ghassan", relató.
"Bajamos todos, Ghassan el último. Pero cuando bajó el último peldaño de la escalera le dispararon y murió. No dijeron nada, no avisaron, simplemente le dispararon. Dijeron que había otra persona en la casa, pero les aseguramos que no había nadie más. Registraron la casa, la pusieron patas arriba, pero no encontraron armas", prosiguió.
"Ghassan nunca había sido un hombre buscado y nunca había sido detenido", aseguró su madre. "No tenía relación con las facciones (palestinas). Toda su vida trabajó como mecánico electricista. Ahora su hijo tiene pesadillas. Se despierta gritando '¡Padre, padre!'. ¿Qué creen que hará cuando crezca?", dijo.
Sin embargo, el Ejército israelí sostiene otra versión bien distinta. "El hermano bajó el primero. Venía despacio, como se le había dicho que hiciera, y se giró delante del soldado para demostrar que no llevaba nada debajo de la camisa. El resto de la familia hizo lo mismo, menos el hombre buscado. Tras unos minutos se lanzaron dos granadas aturdidoras y el hombre buscado salió corriendo escaleras abajo. Los soldados le ordenaron en árabe que se detuviera, pero siguió corriendo. Cuando llegó a unos dos metros y medio de uno de los soldados no quedó otra opción que disparar", indicó un portavoz militar.
El hecho de que corriese por las escaleras era, según el Ejército, un signo de que pretendía escapar a través del patio, a pesar de que los militares lo tenían rodeado. "Se debe entender que desde que sorprendimos al hombre buscado, cada minuto que pasaba era más posible que él nos sorprendiera a nosotros", dijo.
DIFERENTES VERSIONES
El asalto a la casa de Raad Sarkaji fue pocos minutos más tarde, sobre las 3.00 h. Sarkaji había sido puesto en libertad hacía menos de un año tras pasar siete en una prisión israelí y acababa de abrir un comercio de venta de frigoríficos. Su esposa, Thani, está embarazada de cinco meses y sigue con el camisón que llevaba esa noche puesto, con las manchas de sangre de su marido. "Este es su cerebro", explica señalando una mancha de sangre en el muro de su casa.
"Poco antes de las tres escuché una fuerte explosión. Estábamos en la cama y nos dijimos que podía ser el Ejército. Les escuché hablar en hebreo y disparar antes de decir nada. Nos acercamos a la puerta y Raad gritó en hebreo 'Esperad, esperad'. Salimos, él el primero, y en cuanto cruzó la puerta le dispararon y le mataron. Me hirieron en la pierna y caí hacia atrás. Él cayó en mis brazos. Grité '¡Raad, Raad!' y entonces todo su cerebro cayó en mis manos", recordó.
"Siete soldados se abalanzaron y uno de ellos le disparó varias veces. Les grité que estaba embarazada y que me dejaran. Registraron la casa y me ordenaron llamar a los niños, que estaban en la casa de su abuela, enfrente", dijo. Walid, de diez años de edad, explicó que un oficial "me preguntó en árabe dónde estaban las armas de mi padre y le dijo que no tenía ninguna".
También en este caso el Ejército sostiene que los hechos no fueron exactamente así. "El hombre buscado salió de la habitación y se percató de que era el Ejército, y regresó dentro corriendo", indicó un oficial que participó en la operación.
"El comandante ordenó a sus soldados que se aseguraran de que no tuviera un arma. Varios minutos después salió tras su esposa, sin las manos a la vista. Los soldados le ordenaron repetidamente en árabe que levantara las manos. Había pocas opciones. La amenaza para los soldados era demasiado grande", dijo.