MADRID, 17 Feb. (Por Nieves Fernández y Valeria Méndez de Vigo, Entreculturas) -
El número aproximado de niños y niñas soldado en el mundo, según la ONU, asciende a 250.000. El informe sobre niños y niñas en conflictos armados del secretario general de Naciones Unidas de 2016 indica la existencia de niños y niñas soldado en 20 países, en su mayoría, en el continente africano y en la región asiática de Oriente Próximo.
El informe destaca el incremento del número de casos de reclutamiento y utilización de niños en países como Somalia y Siria (cuya cifra en 2016 se multiplicó por más de dos con respecto al año 2015), así como el elevado número de casos en Sudán del Sur, país donde se registra una de las cifras más elevadas de niños y niñas reclutados para fines militares (1.100).
En muchos casos, los niños y niñas son secuestrados para fines militares por los grupos armados y, en otros, el reclutamiento es percibido por los menores afectados como una vía de escape de situaciones de extrema pobreza, vulnerabilidad y abandono de niños y niñas en lugares de conflictos armados.
Una de las razones por las que se recurre a esta práctica inhumana es la facilidad de los grupos armados para manipular a los menores, que no tienen la misma consciencia sobre los peligros de la guerra y, por tanto, suponen un ahorro de costes en su entrenamiento y preparación.
La utilización de niños y niñas con fines militares deja en ellos gravísimas huellas físicas y psicológicas. Para las niñas soldado, la experiencia resulta aún más traumática, en la medida en que los abusos sexuales a los que con mucha frecuencia se ven sometidas provocan la humillación y el rechazo por parte de su comunidad, imposibilitando su reinserción en la misma.
LOS NIÑOS SON VÍCTIMAS, NO VICTIMARIOS
Un aspecto crucial, como señala el informe anual de 2017 de la representante especial de la Secretaría General de la ONU, es el reconocimiento de estos niños y niñas como víctimas del conflicto, y no victimarios, como en muchas ocasiones ocurre.
A través del Servicio Jesuita a Refugiados (JRS, por sus siglas en inglés), Entreculturas interviene en la segunda fase del proceso de recuperación de la infancia, esto es, la reinserción de los menores en la escuela, una vez liberados o finalizado el conflicto armado, en algunas ciudades del continente africano.
Desde 2011, realiza esta labor en la ciudad de Abéché, en Chad, un país sacudido por una cruenta guerra civil y, más recientemente, en la ciudad de Bambari, en la República Centroafricana, donde existen 14 grupos armados y un número muy elevado de niños y niñas soldados.
LA ESCOLARIZACIÓN, FUNDAMENTAL
La escolarización de los niños y niñas utilizados con fines militares es fundamental para su posterior reinserción social. Primero, por el importantísimo componente sanador de la educación. La escuela es un espacio físico en el que los niños soldados dejan de serlo para convertirse en lo que verdaderamente son: niños y niñas.
Segundo, porque, mediante la educación --una educación de calidad, inclusiva, equitativa-- puede transmitirse a estos niños y niñas una cultura de paz, que les permite soñar con una nueva vida, más allá de la guerra.
Así lo señala Marious, de 15 años asistido por el programa del JRS en Chad: "Me convertí en un soldado a los 12 años, cuando otros cinco y yo nos unimos a un grupo rebelde después de que nuestra aldea fue arrasada y saqueada (...) Cuando mi grupo se unió al proceso de paz, nos dijeron que nos fuéramos. Realmente disfruto de estar en la escuela, y quiero continuar. Quiero ser médico. JRS ayuda de muchas maneras. Me dieron materiales escolares, cuadernos y lápices. Y me ayudaron a conseguir ropa para que pudiera parecerme a otros niños".
Desde Entreculturas subrayamos la necesidad de proteger y hacer efectivo en la práctica el derecho a la educación de los niños y niñas afectados por conflictos bélicos, haciendo de las escuelas espacios seguros.
Asimismo, consideramos fundamental velar por la calidad y la equidad en la educación, especialmente para las niñas y aquellos menores pertenecientes a los colectivos más vulnerables. Es importante reconocer el papel de la educación --de una educación de calidad, equitativa, inclusiva, transformadora--, en la promoción de una cultura de paz que inculque valores de tolerancia, respeto y convivencia.
También resulta imprescindible considerar la educación en emergencia y conflicto como un pilar fundamental de la acción humanitaria y destinar la financiación adecuada, pasando de un 2,7 por ciento a, al menos, un 4 por ciento de la ayuda humanitaria a educación.
Además, en las fases posteriores a los conflictos, la ayuda a educación debe ser previsible de modo que puedan reconstruirse los sistemas educativos y, con ellos, la esperanza de un futuro digno para los niños y niñas.