El sistema electoral mayoritario podría debilitar ahora a los partidos que tradicionalmente beneficiaba
MADRID, 5 May. (Por José María Peredo Pombo, catedrático de Comunicación y Política Internacional, Universidad Europea) -
Ninguna otra democracia sino la más antigua, simboliza mejor el final de la hegemonía de los partidos tradicionales en Europa. Las elecciones del 7 de mayo en Reino Unido predicen una dura pugna por la victoria entre los conservadores de David Cameron y los laboristas de David Miliband. Pero aseguran además la fragmentación del Parlamento con la presencia de los liberaldemócratas, los nacionalistas escoceses y del UKIP entre los 650 escaños de los Comunes.
A pesar de que los dos grandes partidos lideran las encuestas con una previsión que supera en ambos casos el 30% de las expectativas de voto, el Partido Conservador podría perder un número considerable de escaños frente a las propuestas anti europeas y anti inmigratorias de los independentistas de Nigel Farage.
Los laboristas por su parte, perderían hasta 50 escaños en Escocia si los nacionalistas son el partido más votado. El sistema mayoritario de Reino Unido, garante del bipartidismo durante años, puede debilitar ahora a los partidos tradicionales forzando un futuro gobierno de coaliciones.
El regreso al gobierno del Partido Conservador en 2010 después de tres legislaturas laboristas, supuso un cambio significativo por el hecho de que David Cameron se convirtió entonces en el primer ministro de una coalición entre los conservadores y los renacidos liberales por primera vez en la historia.
El "inglesismo" frente al seguidismo de Tony Blair en asuntos de seguridad, la nueva sensibilidad social y medioambiental conservadora y la lucha contra el déficit público para detener la sangría económica fueron las señas de identidad de los conservadores para conseguir el respaldo de una sociedad que sufría los momentos más duros de la crisis.
La lucha contra el déficit fue también uno de los argumentos con el que el partido Liberal Demócrata de Nicholas Clegg fortaleció su imagen política en 2010, consiguiendo captar además el voto de los jóvenes, confiados en un futuro abierto a diferentes propuestas y nuevas oportunidades en el siglo XXI.
LA PACIENCIA DEL VOTANTE, AGOTADA
Pero la dureza de los recortes, la prolongación de la crisis en el sur de Europa y el enrarecimiento del clima social han terminado con la paciencia del votante que cinco años después vive en un estado menos solidario y en una sociedad menos cohesionada.
En materia comunitaria, la postura ecléctica de Cameron ha pretendido actuar junto a Europa "sin determinar la actuación europea". En sintonía con el europeísmo de su aliado Clegg. Pero la tibia posición británica no ha brillado en una Europa liderada por Angela Merkel que ha buscado el apoyo de François Hollande en crisis tan importantes como la de Ucrania. La suma de esfuerzos de París, Londres y Berlín no ha cuajado en una Unión Europea deshilvanada políticamente e incapaz de generar confianza cuando las tres principales potencias no navegan en la misma dirección.
En política exterior, la intervención británica en la guerra de Irak y su presencia en Afganistán continúan representando una herencia difícil de asimilar por los dos partidos tradicionales ante la opinión pública. La globalización y el conocimiento geopolítico de regiones como el subcontinente indio y Oriente Próximo podrían ser consideradas como una oportunidad para la experiencia diplomática de los cuadros de mando británicos en el marco mundial.
Pero la campaña electoral está poniendo de manifiesto una tendencia general hacia el aislamiento y hacia el protagonismo de los problemas domésticos frente a propuestas que fueran capaces de recuperar el liderazgo de Margaret Thatcher o Blair en los asuntos internacionales. Otro factor que pueden aprovechar los partidos emergentes el 7 de mayo en las urnas.
BIPARTIDISMO
El bipartidismo británico, hegemónico desde el siglo XVIII y representado por la personalidad de primeros ministros como Disraeli y Gladstone en el XIX, se desarrolló históricamente a través de los 'tories', que representaban los intereses de la aristocracia rural y de la industria y los 'whigs', que impulsaban el dinamismo de los flujos comerciales.
Posteriormente, las sucesivas ampliaciones del sufragio (1832, 1867 y 1884) y la aparición de los movimientos obreros, provocaron que ambos grupos fueran adaptando sus planteamientos a la complejidad de la sociedad contemporánea.
En el siglo XX el sistema se perpetuó con la alternancia de conservadores y laboristas después de la Segunda Guerra Mundial. Pero la dura crisis económica de nuestros días, los recortes y el euroescepticismo, así como las consecuencias de la inmigración, han alterado las perspectivas del electorado anglosajón que parece buscar nuevas fórmulas políticas para enderezar el rumbo de un país empobrecido de puertas adentro y desorientado en su horizonte internacional.