Obstáculos políticos, mala calidad del suelo, coste de los materiales o el complejo reparto de la tierra imposibilitan una "Revolución Verde"
DAKAR, 9 Jun. (Reuters/EP) -
En 2014, República Democrática del Congo anunció a bombo y platillo una iniciativa que, según las autoridades, resolvería la escasez de comida en uno de los países más pobres del mundo. Cuatro años después, el plan está completamente paralizado.
La idea consistía en transformar 17.900 kilómetros cuadrados de tierra -- más de la mitad de la masa de tierra perteneciente a su antiguo dueño colonial, Bélgica -- para el uso de agricultura a escala industrial. Ese verano, el entonces presidente del país, Joseph Kabila, inauguró en el oeste del país el proyecto agroindustrial de Bukanga Lonzo, una parcela de 800 kilómetros cuadrados y el piloto de 22 proyectos planeados por todo el país.
En 2018, la actividad en el lugar es inexistente, después de que la compañía sudafricana que funcionaba como coinversora y gestora del parque abandonara el negocio tras denunciar que el Gobierno congoleño llevaba un año sin pagarles.
En un momento en que África se ha convertido en el campo de ensayo para una "revolución verde", experimentos como el de Bukanga Lonzo sirven de advertencia para aquellos que buscan una solución rápida contra el hambre. El potencia agrícola de África, demuestra el fracaso del parque, está permanente lastrado por el desinterés reinante entre los inversores, la ausencia de infraestructuras o las laberínticas regulaciones de la tierra. Y por las intromisiones políticas. Y por la guerra.
"Ha fracasado por completo", ha reconocido el ministro congoleño de Economía, Joseph Kapika, en una reciente entrevista donde acusó a la compañía sudafricana de abandonar el plan "de mala fe". Esta empresa, Africom Commodities, disputa las acusaciones del ministro, y aduce a través de su consejero delegado, Christo Grobler, que los altos costes y la falta de confianza motivada por la constante indecisión del Gobierno congoleño sobre el futuro del proyecto les generaron pérdidas de 50 millones de dólares.
La compañía, dicen sus responsables, se gastó junto al Gobierno congoleño más de 250 millones de dólares en el parque agrícola, más un mercado, más una fábrica de fertilizante. Con el parque a pleno rendimiento, Africom descubrió que la planta solo generó 15.000 toneladas anuales de maíz. Los pronósticos esperaban 350.000 toneladas.
Nadie del Gobierno congoleño ha respondido a peticiones para proporcionar una contestación adicional a la compañía, ni para dar su visión de los motivos de esta escasez.
ÉXITO LIMITADO
El déficit de importación alimentario en África asciende a decenas de miles de millones de dólares. Lo cierto es que Bukanga Lonzo no es el único proyecto del continente. Países como Nigeria o Tanzania también han emprendido sus propios parques agroindustriales (como antes lo han hecho India, Brasil o Vietnam). Pero sus éxitos han sido limitados, según un informe de Naciones Unidas, el año pasado. "Nadie sabe cómo hacer que este modelo funcione a la escala que necesitamos", lamenta el consultor agrícola Patrick Guyver.
A pesar de que ha impulsado proyectos como el de Bukanga Lonzo, el Banco Africano para el Desarrollo se muestra de la misma opinión. "Son proyectos muy complejos, por lo que su desarrollo y diseño avanzan de manera gradual", según el portavoz Chawki Chahed, quien insiste en que el proyecto está paralizado, pero no muerto.
"LA GENTE SE MUERE DE HAMBRE"
Uno de los principales impulsores del plan para RDC es el investigador del Instituto de Estudios de Política Alimentaria Internacional, John Ulimwengu. Es él quien explica cómo acabo paralizado el proyecto: por el principio. El Gobierno congoleño ignoró las peticiones que formuló tanto Ulimwengu como el ahora fallecido profesor de innovación agrícola, Calestous Juma, para esperar a los primeros informes sobre el terreno antes de lanzar el proyecto. La respuesta fue negativa.
"Recuerdo que el primer ministro, Augustin Matata, nos dijo: 'Soy un político. He hecho promesas a la población. La gente se está muriendo mientras hablamos', explica Ulimwengu. Gloria Mangoni, que en esos días trabajaba para Matata, reconoce que estaban bajo presión para conseguir resultados inmediatos y que las consideraciones políticas prevalecieron en muchos casos sobre las económicas. En un reciente discurso, Matata achacó los problemas del parque a la escasa calidad del suelo.
En 2015, la auditoría Ernst & Young comenzó a dar las primeras alarmas, consecuencias de este orden de prioridades. En un informe encargado por el Ministerio de Finanzas se dio a conocer que los pagos del Gobierno a Africom a cambio de materiales eran sustancialmente más altos que los de otros competidores y que Africom nunca entregó el material prometido.
En su respuesta a la auditoría, Africom acusó a Ernst & Young de malinterpretar por completo la naturaleza de la relación entre la empresa sudafricana y del Gobierno congoleño y de ignorar el hecho de los enormes costes que comporta el traslado de alta tecnología en el país africano. Un año después, y de nuevo según Grobler, el Gobierno comenzó a retrasarse en los pagos, hasta que en septiembre de 2016, cerró definitivamente el grifo de las remuneraciones.