NUEVA YORK, 3 Nov. (EUROPA PRESS/Emilio López Romero) -
Gane quien gane las elecciones el próximo 4 de noviembre, el futuro presidente de Estados Unidos se encontrará con un panorama internacional complicado, marcado por la amenaza nuclear de Irán y Corea del Norte, por nuevas fricciones con Rusia y con el eterno conflicto sin resolver en Oriente Próximo. Y por si eso fuera poco, el próximo inquilino de la Casa Blanca deberá lidiar con dos guerras heredadas de la Administración Bush, en Irak y Afganistán, que se han vuelto demasiado impopulares, que suponen ingentes recursos económicos para las arcas públicas y que han costado miles de vidas estadounidenses.
La guerra de Irak es donde más se notan las diferencias de posturas. El candidato demócrata, Barack Obama, se opone a ella desde siempre y varias veces ha dicho que si gana las elecciones pondrá fin a la campaña militar "de forma responsable", ordenando el regreso paulatino de las tropas a casa en 16 meses. El objetivo del senador es volver a centrarse en Afganistán, donde la situación se ha ido deteriorando en los últimos tiempos y hacer falta refuerzos.
Por su parte, el candidato republicano es un ferviente defensor de la guerra iniciada por el presidente George W. Bush en 2003, votó a favor de la invasión y apoyó el aumento de refuerzos en el país árabe, que ha visitado una decena de veces en los últimos años. En una ocasión llegó a decir que habría que mantener la presencia militar en Irak "durante otros cien años", aunque luego matizó sus palabras y aseguró que no hará falta porque Estados Unidos está ganando la guerra.
Afganistán también ha sido uno de los temas más recurrentes en todos los debates, entre otras cosas porque es uno de los referentes de la lucha contra el terrorismo que emprendió la Casa Blanca tras los ataques terroristas del 11 de septiembre contra Usama bin Laden y la red terrorista Al Qaeda. Es, quizá, donde menos diferencias subyacen entre los candidatos, ya que tanto Obama como McCain creen que hay que seguir adelante con esa guerra e incluso enviar más tropas.
IRÁN Y COREA, LA AMENAZA NUCLEAR
Otro de los puntos calientes para la política exterior estadounidense es la amenaza nuclear que representan Irán y Corea del Norte. Obama defiende el diálogo con Teherán, aunque advierte que sus planes nucleares son un "peligro real" y que su objetivo como presidente será acabar con ellos. McCain es más crítico todavía, y acusa al régimen de los ayatolás de ser una "amenaza para el mundo", por lo que aboga por aumentar las sanciones internacionales dentro y fuera de la ONU.
En el caso de Pyongyang, el senador demócrata defiende una diplomacia "directa" en el marco de una coalición internacional para intentar poner frenos a sus pretensiones nucleares, mientras que su rival republicano es más partidario de mantener la política de mano dura, y varias veces ha criticado que el régimen norcoreano recibiera ayuda energética y alimentaria de la comunidad internacional sin haberla condicionado antes al desmantelamiento de su programa nuclear.
En los últimos tiempos también se ha vuelto a hablar mucho de Rusia en los mentideros políticos de Washington, y una vez más McCain representa la línea dura. En reiteradas ocasiones ha pedido que Moscú salga del G8, es un enemigo declarado de Vladimir Putin y cree que las presidenciales de marzo en ese país supusieron un "retroceso" para la democracia. Obama, aunque es más pragmático, también aboga por mantener la presión sobre Rusia para que garantice una mayor democracia y transparencia.
Respecto al conflicto en Oriente Próximo, Obama apoya un Estado palestino "contiguo", promueve el aislamiento de los movimientos radicales islámicos hasta que no renuncien al terrorismo y reconoce el derecho de existencia del Estado hebreo. Por su parte, McCain defiende la ayuda militar a Israel y se presenta como el "peor enemigo" de Hamás, pero apoya las negociaciones de paz. Públicamente ha dicho que el movimiento palestino quiere a Obama en la Casa Blanca, "y por algo será".
AMÉRICA LATINA, LA GRAN AUSENTE
Ninguno de los candidatos ha prestado especial atención a sus vecinos del sur, y lo cierto es que América Latina siempre ha sido la gran ausente en los debates y las propuestas en materia de política exterior tanto de demócratas como republicanos en los últimos meses. Sin embargo, el caso de Cuba merece una atención especial ya que muchas veces se convierte en un elemento de polémica interna y la comunidad de Miami está ahí para recordárselo.
Obama ha dicho que exigirá elecciones libres, la liberación de los presos políticos, que se respeten los Derechos Humanos, y que un eventual levantamiento del embargo debe estar supeditado a reformas democráticas. Hasta ahí nada que no hayan dicho otros políticos, pero el senador también se ha referido a una cuestión que toca de cerca a la comunidad cubano-americana de Miami, y con ello parece haberse ganado su simpatía, la necesidad de acabar con las restricciones de viaje y de envío dinero a la isla.
McCain, por su parte, ni es partidario de levantar el embargo ni las restricciones que preocupan a los exiliados de Florida, y defiende que hay que seguir presionando al régimen cubano para que haya avances en la isla con la mira puesta en una transición a la democracia. Además, el republicano ha criticado a su rival muchas veces insinuando que Obama estaría dispuesto a reunirse con Raúl Castro sin condiciones, aunque el candidato demócrata lo ha negado siempre.
Por otro lado, ambos candidatos coinciden en la importancia de que se apruebe una reforma migratoria, que todavía está estancada en el Congreso. El republicano defiende la aprobación del Tratado de Libre Comercio con Colombia, un "modelo" a seguir en la región, cree que Bolivia y Venezuela han optado por un cambio equivocado y ha llegado a llamar "dictador" a Hugo Chávez. Por el contrario, el aspirante demócrata es más partidario de una política de buena vecindad con el subcontinente.
Pero al margen de menciones concretas de algunos temas pendientes en la región, ni Obama ni McCain parecen tener un interés especial por esa parte del mundo, según coinciden en destacar los analistas. El efecto inmediato a ese desinterés es que los latinoamericanos no estén muy esperanzados con el futuro presidente, sea quien sea a partir del 5 de noviembre, aunque el demócrata cuenta con mayores simpatías que el republicano.