MADRID, 16 Sep. (EDIZIONES) -
El mapa de los países exportadores e importadores de café en el mundo es una metáfora de la desigualdad global: de los 1,5 euros que cuesta una taza de café en Madrid sus productores reciben menos de un céntimo de beneficio neto.
Las tazas de café se llenan gracias a 125 millones de personas de África, Asia y América latina que trabajan siete días a la semana con la mitad de un salario mínimo, cuenta a europapress.es el activista Fernando Morales, director de Café for Change.
El comercio del grano rojo genera alrededor de 170.000 millones de euros al año, pero no se reparten equitativamente en los distintos eslabones de la cadena de producción. El sueldo medio de sus productores no llega a los 255 euros mensuales, una cifra inferior al 10% de los beneficios anuales, de acuerdo la Organización Internacional del Café (OIC).
Brasil es el mayor productor de café en el mundo, si bien Timor Oriental es el país que mayor proporción de terreno cultivable dedica a su explotación. Los siguientes gráficos muestran la cantidad de hectáreas dedicadas al cultivo de café en los principales países productores, en términos absolutos y relativos.
En Costa de Marfil, el salario medio de un caficultor ronda los 90 céntimos al día, y en países como México, Guatemala o Nicaragua los sueldos por debajo de los costes de producción provocan la emigración de los hombres jóvenes a regiones del norte y a países como Estados Unidos. Los puestos de trabajo que dejan desiertos en las zonas del sur son ocupados, a menudo, por menores de edad.
En la primera edición del Foro Mundial de productores de café, celebrada el pasado mes de julio en Medellín, el gerente general de la Federación de Cafeteros de Colombia, Roberto Vélez, denunciaba la concentración de compra de café en manos de un puñado de grandes empresas transnacionales que suman el 75% de la demanda: Nestlé (Bonka), Sara Lee (Marcilla), Kraft/Philip Morris (Saimaza) y Procter & Gamble.
Mención aparte merece JAB Holding, un macroconglomerado que "se ha convertido rápidamente en una de las empresas más influyentes del café" después de absorber a grandes compañías del sector como Keurig Green Mountain o Panera, y que —con un 20% de cuota de mercado aproximadamente— le pisa los talones a Nestlé, según la consultoría Allegra Strategies.
El presidente de la Federación Española del Café, Ramón Batalla, asegura que los empresarios trabajan en la mejora de las condiciones existentes en los países de origen porque "son los primeros interesados" y defiende que, al cotizar en bolsa, la información sobre este producto es pública y transparente.
José Esquinas, ingeniero agrónomo que trabajó durante tres décadas para la FAO, explica a europapress.es que la injusticia de este modelo se basa, en gran medida, en la profunda desconexión entre productores y consumidores, que deja al sector de la distribución con un gran poder de negociación y, por tanto, se lleva el grueso de los beneficios. "No se puede cuestionar la globalización porque es un hecho. Lo que sí podemos cuestionar es qué tipo de globalización queremos", trata de conciliar.
Otros expertos, como el especialista en agroecología Peter Rosset, sitúan el foco del problema en el monocultivo, un modelo de producción agrícola que consiste en destinar toda la tierra disponible a la explotación de una sola especie vegetal y que provoca que los países del Sur pierdan su capacidad de alimentarse "porque las mejores tierras se destinan cada vez más a la exportación", en palabras del experto.
Rosset sostiene que el cultivo de productos de exportación se realiza cuando el precio está alto y desplaza a parte de la población de la zona, pero después de un tiempo, la sobreproducción a nivel internacional hace que los precios se desplomen y los trabajadores se quedan sin empleo. "Este sector es absorbido, por un lado, por la frontera agrícola y, por otro, por la generación de empleo en el siguiente monocultivo", aclara Rosset.
En el Convenio Internacional del Café celebrado en Nueva York en 1983, productores y compradores acordaron un precio mínimo para el grano de café de un euro por libra "para evitar el desequilibrio" en la cadena de producción. Ajustado a las tasas de inflación actuales y a tenor de que los costes de producción se han incrementado en los países productores —hasta un 150% en Costa Rica desde el año 2006—, ese precio debería situarse entre 2,45 y 2,89 euros por libra; pero no supera los 1,13 euros, un 60% menos que en 1983 en términos reales.
Fernando Morales cree que el modelo de producción del café "sólo puede ser llamado neocolonial, injusto, explotador e inhumano" debido a que "el negocio no les deja a los productores ni siquiera dinero para que sus hijos vayan a la escuela", mientras las empresas de los países desarrollados "se lucran con el trabajo infantil y con la miseria".
El activista guatemalteco denuncia, además, que las certificaciones éticas o de Comercio Justo son "fraudes" que perpetúan la pobreza y el trabajo infantil, porque "sus primas no suponen ni una trigésima parte de lo que deberían ser para ser justas y éticas".
Para que 25 millones de familias caficultoras salgan de la pobreza, bastaría con que el precio final de la bebida aumentara unos pocos céntimos. "Si los consumidores pagan cinco céntimos más por cada taza de café, los productores recibirán el doble de lo que cobran actualmente", proponía el economista Jeffrey Sachs en el Foro Mundial de Productores de Café.
Otras de las soluciones que proponen los productores de café pasan por la disminución de los costes de producción mediante las ayudas estatales al sector rural, la apuesta por las pequeñas exportaciones, y el impulso del consumo interno en los países productores. Un comité de expertos deberá evaluar la efectividad de estas acciones en la próxima reunión del consejo de la Organización Internacional del Café, en marzo de 2018.