Un matemático toma posesión al frente de un país desestructurado por la pobreza y el conflicto
BANGUI, 30 Mar. (Por María José Agejas, periodista de Oxfam Intermón) -
Cero. Cero es el número de cosas que tiene Mariette, que vive desde hace dos años y medio con sus ocho hijos en un sitio de desplazados. Su casa fue quemada, todos sus bienes saqueados. Ni ella ni su marido tienen trabajo y, cuando las milicias entraron en su casa, se llevaron el poco dinero que habían logrado
Aun así, Mariette, una de las casi 900.000 personas que han tenido que dejar su casa en este país debido al conflicto, le echa ganas: "si hay seguridad podremos salir de aquí y buscar un trabajo, o salir al campo a buscar verduras y hojas de mandioca y venir a venderlas a la ciudad".
Como Mariette, la República Centroafricana debe reconstruirse prácticamente de la nada. La investidura de Faustin Touadera este miércoles pone fin oficialmente a la transición que surgió de los acuerdos de paz de 2014, tras un conflicto intercomunitario que a día de hoy no está totalmente resuelto.
Pobreza y violencia son las pesadas piedras que lastrarán el mandato de este profesor de matemáticas desde el primer día. Violencia y pobreza en un contexto en el que la convivencia entre cristianos y musulmanes, que había sido armoniosa durante generaciones, ha quedado desgarrada por la manipulación interesada que de las distintas comunidades hicieron líderes políticos y militares durante el conflicto.
MUCHAS ARMAS EN LAS MANOS EQUIVOCADAS
Las fuerzas armadas prácticamente se desintegraron debido al conflicto, ya que muchos de sus miembros se sumaron a las milicias en combate y otros huyeron. La ONU mantiene un embargo de armas sobre esa institución por la participación de sus miembros en las matanzas y ataques contra la población, lo que sumado a la falta de entrenamiento y de medios hace que no puedan asumir solos la protección de los centroafricanos.
La presencia de los cascos azules, a pesar de los casos de abusos registrados, es todavía imprescindible. Sobre todo teniendo en cuenta que, si al Ejército le faltan armas, a las milicias y los delincuentes les sobran. Tras el conflicto se aprobó un proceso de desarme de los grupos combatientes, pero no hay dinero para financiarlo y poco más de 2.000 personas se han integrado hasta ahora en él, y además todavía no han entregado las armas.
Toda la población sufre las consecuencias de esta proliferación de armas, pero más aun las mujeres. Un estudio supervisado por Naciones Unidas registró entre enero y octubre del año pasado 60.000 casos de violencia sexual y de género. 200 casos por día en un país de menos de cinco millones de habitantes.
"Si vuelvo a mi casa así, con la situación como está ahora, voy a pensar que esa gente va a venir otra vez a violarme", nos cuenta Claudia, que también vive en un sitio de desplazados.
Un día, cuando volvía a su antiguo barrio, donde conservaba un pequeño huerto, fue violada por tres hombres miembros de una de las milicias. Así que para ella lo más importante también es la seguridad. "También la casa, que fue quemada y destruida. Si tuviera casa podría pensar en volver".
EL SEGUNDO PAÍS MÁS POBRE DEL MUNDO
Al contrario que Claudia, Irene, viuda, de 53 años y madre de siete hijos tiene casa, pero poco más. "Cuando el conflicto llegó huimos hacia la zona del aeropuerto", relata esta viuda de 53 años, "y los ladrones vinieron, rompieron la puerta y se llevaron todo lo que teníamos".
A mucha gente le pasó lo mismo. La casa sigue en pie, pero está vacía. No tenemos sábanas ni mantas, ni cazuelas". De eso hace ya dos años y medio, y en todo este tiempo Claudia no ha podido rehacer ni su vida ni su economía. Su pequeño huerto no da para más. En su casa comen una vez al día, quitando unos cacahuetes que les da a los niños para que aguanten la jornada escolar. Pensar en comprar ropa o una esterilla para dormir no es realista.
La República Centroafricana es el segundo país más pobre del mundo, según el último informe del FMI. Su PIB per cápita es de 300 euros. El de España, 23.300. El conflicto ha vaciado la administración, sobre todo fuera de la capital, Bangui, donde la presencia del Estado ya era endeble: ejército, policía, jueces y funcionarios han dejado sus puestos por la violencia o por falta de pago.
El sistema de salud se sostiene gracias a diversas ONG y el educativo adolece de forma alarmante de falta de instalaciones y profesores. La esperanza de vida es de 48 años.
Touadera tiene 58, y ya conoce el poder porque fue primer ministro en 2008, aunque su entorno natural es el académico. De hecho ha prometido seguir dando clases de matemáticas en la Universidad de Bangui. Las primeras cuentas que tendrá que hacer serán para obtener la mayoría en el Parlamento. Eso será seguramente lo más fácil de todo su mandato.