En los últimos diez años las emergencias han estado financiadas sólo en un 65 por ciento
MADRID, 23 Ene. (Por Paula San Pedro, responsable de incidencia política en Acción Humanitaria de Oxfam Intermón) -
El 2014 finalizó con el aniversario de los 10 años del tsunami en Asia. Una catástrofe que provocó que el sector humanitario hiciese una reflexión en profundidad que debía de servir para prevenir, ser más rápidos y más eficientes. Se pusieron en marcha numerosas evaluaciones que pretendían sacar lecciones y fortalecer el sistema humanitario. Sin embargo, aún quedan importantes retos que afrontar.
Una de las lecciones claves es la prevención. Para ello es fundamental crear sociedades más resilientes, es decir, desarrollar las capacidades para que las personas puedan hacer valer sus derechos y mejorar su estado de bienestar a pesar de conflictos armados, desastres naturales o cualquier otro tipo de shock externo.
Pero para hacerlo se necesitan recursos para invertir en sistemas de alerta temprana, crear redes de protección social, mejorar las instituciones, luchar contra la desigualdad y un largo etcétera. La evidencia ya demuestra que no sólo disminuye la cifra de fallecidos, sino que además el ahorro económico y social es enorme.
Lamentablemente, la mayoría de los donantes y la sociedad en general (empresas, individuos, fundaciones) aún no lo han entendido. Según los datos de la OCDE, en 2012 el gasto en reducción de riesgos de desastres (más conocido por DRR) sólo era del 6 por ciento del total de la ayuda humanitaria.
FINANCIACIÓN
Otra de las cuestiones a destacar una década después es la financiación, es decir, cómo, cuánto y dónde llegan los fondos de la comunidad internacional. Aunque la teoría dice la que ayuda humanitaria debe regirse por los principios de humanidad, imparcialidad y neutralidad, la realidad dista mucho.
La financiación para emergencias se ve normalmente influida por factores distintos a las necesidades humanitarias. Intereses geoestratégicos y económicos, presión internacional o cobertura mediática son algunos de los elementos que juegan un rol decisivo en la toma de decisiones. Por ejemplo, las inundaciones de Bangladesh en 2004 fueron la emergencia que afectó al mayor número de personas en esta década y, sin embargo, es de las que menos fondos han recibido.
Pero no sólo se cuestiona el destino del dinero, sino además otra de las lecciones es el alto sesgo que hay según el tipo de emergencia donde los desastres naturales están mejor dotados que los conflictos.
FONDOS POR DEBAJO DE LAS NECESIDADES
Pero por encima de estas conclusiones, se pone en evidencia que la financiación que se necesita para satisfacer las demandas humanitarias está por debajo de las aportaciones que hace la comunidad internacional.
Esto significa que en los últimos diez años las emergencias han estado financiadas sólo en un 65 por ciento. No es posible cumplir con el objetivo de la acción humanitaria, salvar vidas, si no hay fondos suficientes y no llegan a tiempo. Otra importante lección que lamentablemente no parece que se haya aprendido.
Es más importante que nunca aplicar estas lecciones, especialmente ahora que vivimos años convulsos con récords que no invitan al optimismo. El 2014 se cerró como el año en el que más gente ha tenido que huir de sus hogares desde la II Guerra Mundial buscando lugares más seguros donde sus vidas y las de sus familias no estén amenazadas.
Si a este hecho se le añade que según las predicciones del Panel de Cambio Climático el mundo va a sufrir sequías más intensas, mayor frecuencia de inundaciones y vientos más destructores es fácilmente predecible que las necesidades humanitarias vayan a aumentar, y que continúe la tendencia alcista que se lleva constando desde hace una década. Concretamente, Naciones Unidas ha pasado de dar asistencia a 30 millones en 2004 a 70 millones en 2014.
Todas las vidas que se vieron afectadas dramáticamente por el tsunami (como por otras muchas emergencias) deben servir como acicate para que los donantes asuman estas lecciones de manera urgente y que sirvan de mantra en todas las crisis de 2015. Si no, volverán a ser otro papel mojado.