Más de 10.000 muertos y cientos de miles de desplazados marcan cinco años de insurgencia islamista en el norte de Nigeria
MADRID, 25 Ene. (Reuters/EP) -
Asesinatos, secuestros, hambre y colapso financiero forman parte de la vida de los ciudadanos nigerianos que han caído bajo dominio de Boko Haram, una vida que nada tiene que ver con la promesa de los islamistas de revivir el glorioso imperio islámico del pasado de Nigeria.
La milicia islamista inició hace cinco años una campaña que se ha convertido en una de las más sangrientas del mundo, al haber matado a unas 10.000 personas el año pasado, según cifras del Consejo de Relaciones Internacionales. Centenares, en su mayoría mujeres y niños, han sido secuestrados.
Pese a que esta insurgencia ha sido comparada en numerosas ocasiones con el Estado Islámico por su brutalidad, lo cierto es que los yihadistas de Oriente Próximo se han tomado más en serio la construcción de un aparato de gobierno, cortejando a los habitantes de su califato con una apariencia de organización.
Mientras, los nigerianos que viven en el territorio capturado por Boko Haram sufren esclavitud, asesinatos, falta de alimentos y el cese de las actividades económicas. "No tienen forma de gobierno", explica el portavoz del estado de Adamawa, Phineas Elisha.
Adamawa es uno de los tres estados nigerianos que están en estado de emergencia para intentar combatir a Boko Haram. "El Estado Islámico es un producto de su imaginación. Ellos sólo van a tu casa y te dicen que se han apoderado de ella", afirma.
"TE DAN EL ARROZ QUE ROBAN"
Los supervivientes que han conseguido escapar de las zonas tomadas por Boko Haram han relatado cómo los islamistas recurren al miedo a la muerte como único medio para aceptar su mandato. "Te dan arroz crudo para cocinar, el mismo arroz que roban de las tiendas", explica Maryam Peter, procedente de la aldea de Pambla.
"También dan un hervidor y pañuelos para cubrirse a las mujeres", relata. "La gente está hambrienta, solo se alimenta de maíz y calabaza. No hay carne, nada de eso. Los insurgentes no están proporcionando nada más", subraya Maryam.
La mujer, que escapó hace una semana, también explica que las únicas interacciones que mantienen los aldeanos con los milicianos implican interrogatorios sobre sus movimientos.
CUERPOS APILADOS
El miembro de la Cruz Roja Aliyu Maikano también relata un paisaje desolador de las aldeas que han sufrido el asedio de Boko Haram. Los muertos no suelen ser enterrados, por lo que cuando una ciudad vuelve a estar bajo cotntrol del Gobierno, lo primero que se debe hacer es retirar los cuerpos abandonados en las calles.
Esto ha sucedido en la ciudad de Mubi, donde Maikano ha tenido que taparse la cara para evitar el hedor de los cuerpos en descomposición. Los que han sobrevivido "están famélicos" y necesitan comida y agua. "No hay agua potable porque en la mayoría de los poxos hay cadáveres", afirma.
"TIENE QUE PARECER QUE LES APOYAS"
Por su parte, Andrew Miyanda asegura que para conseguir sobrevivir el secreto es "fingir" respaldo a los milicianos. "Escribieron el nombre de Boko Haram en las perneras de los pantalones o en la espalda de sus camisetas", afirma.
"Tienes que poner la marca en tus pantalones para demostrar que eres un miembro", afirma Miyanda, que caminó durante días para escapar de la milicia que tomó su ciudad. Cuando se hizo con el control, Boko Haram incendió los edificios y reclutó a los jóvenes para "entrenarlos".
Pese a ello, el Ejército nigeriano continúa combatiendo a esta insurgencia islamista. Por el momento ha conseguido expulsarlos de alguno de sus dominios en el sur del país, donde se han encontrado arsenales de armas militares, que incluyen dinamita, lanzadores de cohetes o cañones antiaéreos.