La violencia yihadista e intercomunitaria sume a Burkina Faso en una crisis sin precedentes

Mujeres Burkina Faso
PNUD/LAETITIA OUOBA 
Actualizado: sábado, 2 febrero 2019 8:37

En el país operan varios grupos islamistas que han intensificado sus acciones en los últimos meses, disparando los desplazamientos

La ONU teme que la violencia intercomunitaria se recrudezca y denuncia el impacto que la situación está teniendo en la educación

MADRID, 2 Feb. (EUROPA PRESS) -

Burkina Faso atraviesa una crisis humanitaria sin precedentes, en la que los cada vez más frecuentes ataques de los grupos islamistas, unidos a la creciente violencia intercomunitaria, han disparado el número de desplazados en el país y también el de personas necesitadas de ayuda. Pero lo peor podría estar aún por llegar, o al menos eso es lo que teme la ONU.

Aunque las cifras de esta crisis están a años luz de las otras como pueden ser Yemen o Siria, no dejan de ser preocupantes, en tanto que se ha producido un rápido incremento que no parece que vaya a parar por ahora. Actualmente, hay unos 80.000 desplazados internos mientras que 1,2 millones de personas necesitarán ayuda humanitaria urgente en 2019, una cifra que supone un 20 por ciento más que hace un año.

Pero, ¿cómo se ha llegado a esta situación en este país de 17 millones de habitantes y que no registró sus primeros ataques yihadistas hasta 2015? Bajo las tres décadas del Gobierno de Blaise Compaoré, que cayó en diciembre de 2015, Burkina Faso se había visto al margen de conflictos y actividades terroristas.

En enero de 2016, el país sufría su primer atentado de relevancia, el perpetrado contra un hotel de la capital por Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI) y Al Murabitún, un grupo yihadista afín, y que se saldó con 30 muertos. Y desde ese momento han sido repetidos los ataques contra las fuerzas de seguridad y otros objetivos en el país, unos ataques que han venido recrudeciéndose en el último año y que han ido en aumento desde que comenzó 2019.

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Según el proyecto Armed Conflict Location & Event Data Project (ACLED), en 2018 se registraron en el país casi 200 ataques de supuestos grupos islamistas en el país, una cifra que contrasta con los 65 de un año antes. Solo uno de cada diez ataques es reivindicado, lo que complica la respuesta de las fuerzas de seguridad.

VARIOS GRUPOS ISLAMISTAS ACTIVOS

En Burkina Faso están activos varios grupos islamistas. El más importante, a priori, es Ansarul Islam, el único autóctono y liderado por un burkinés, Ibrahim Dicko. También cuenta con presencia en el país el Grupo para el Apoyo del Islam y los Musulmanes (JNIM), una organización yihadista que aglutina a otras cuatro, entre ellas AQMI y Al Murabitún, y que aunque actúa principalmente en el vecino Malí ha llevado a cabo numerosos ataques en suelo burkinés, entre ellos algunos de los más relevantes de los últimos meses.

Ambas organizaciones están activas principalmente en el norte, si bien la actividad yihadista ha venido extendiéndose en los últimos tiempos desde el norte, principalmente en la región de Sahel --el 60 por ciento de los ataques fueron aquí-- hacia el este del país, sin que esté del todo claro quién está detrás de la misma. Además, habría una relativa presencia de Estado Islámico en el Gran Sáhara (ISGS), la filial del grupo terrorista en el Sahel.

En medio de esta coyuntura, el presidente del país, Roch Marc Christian Kaboré, declaró el estado de emergencia en catorce provincias a finales de 2018 y ha procedido a cambiar al primer ministro en un intento por mejorar la respuesta ante la inseguridad y calmar también a la población.

El resultado de esta inseguridad y ataques violentos es "una crisis humanitaria sin precedentes", subraya en declaraciones a Europa Press la coordinadora residente de la ONU en Burkina Faso, Metsi Maketha. "La situación humanitaria se está deteriorando rápidamente y las familias están huyendo de sus casas a un ritmo nunca visto en el país", destaca.

EL "PAÍS DE LOS HOMBRES HONESTOS"

A Maketha le preocupa especialmente el hecho de que el llamado 'país de los hombres honestos' y "conocido por su coexistencia pacífica", se esté produciendo una situación humanitaria "de tal magnitud que desde que comenzó el año hay una meda de 1.000 familias desplazadas al día y ha habido un incremento de más del 600 por ciento en los últimos doce meses".

Pero a la violencia yihadista le ha salido un nuevo competidor. "Estamos viendo ahora tensiones intercomunitarias que se están volviendo en un conflicto violento", apunta la responsable de la ONU, en referencia a los enfrentamientos que se registraron a principios de año en Yirgou que se saldaron con casi 50 muertos. Un ataque de hombres armados se cobró la vida de un jefe local y varias personas más, generando la respuesta de grupos de autodefensa que la emprendieron con la comunidad peul, también conocida como fulani, un grupo nómada africano mayoritariamente musulmán.

"Podría desarrollarse un ciclo preocupante de ataques de represalia entre comunidades y tenemos que hacer todo lo posible para apoyarn a las autoridades a todos los niveles y evitar que ocurra", advierte Maketha, que cree que estos sucesos deberían ser "una llamada de atención de que tenemos que actuar rápido".

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"Ni el país ni ninguno de nosotros podemos permitirnos el quedarnos sentados mientras se abre una brecha entre comunidades y los civiles se ven arrastrados a un conflicto que cree un ciclo sin fin de represalias con serias consecuencias", insiste la responsable de la ONU, que tiene claro que ante este problema y el de los grupos armados la respuesta no puede ser solo "operaciones militares y de seguridad".

"Tenemos que apoyar y proteger a la población afectada al tiempo que invertimos en su resiliencia con el fin de evitar que esta crisis alcance mayores proporciones y se convierta en incontrolable", previene. Para ello, debe ser igualmente prioritario "atajar las crisis en la raíz de los conflictos" como por ejemplo afrontar el impacto que la grave sequía tiene entre los más vulnerables. "Este tipo de apoyo es esencial para evitar tensiones que, en un país como Burkina Faso, a menudo también están relacionadas con la tierra y otros recursos", reconoce.

LAS ESCUELAS, EN EL PUNTO DE MIRA

"El sector de la educación se ha visto particularmente afectado, con profesores amenazados y escuelas cerradas", lamenta la coordinadora de la ONU. Actualmente, hay 1.025 escuelas cerradas en las regiones Norte, Centro Norte, Sahel y Este, lo cual afecta a más de 150.000 escolares. "Estos niños están en un riesgo mayor de ser explotados y víctimas de abuso o forzados a trabajar", advierte.

Una preocupación compartida por la representante del Fondo de la ONU para la Infancia (UNICEF) en el país, Anne Vincent. "Cuando los niños pierden su educación, su futuro, así como el de sus comunidades, está en grave riesgo", lamenta en declaraciones a Europa Press.

"Los niños que no van a clase son más vulnerables al reclutamiento por grupos armados", alerta Vincent, defendiendo el derecho de los niños del país a "un acceso pleno a un entorno de aprendizaje seguro sin temor a violencia".

"UNICEF pide el cese inmediato de los ataques contra escuelas por los grupos armados", dice la responsable de la agencia de la ONU, que también solicita al Gobierno y a los líderes comunitarios que emprendan "acciones urgentes para salvaguardar la educación y el futuro de los niños", así como la protección de escolares y profesores.

También es necesario el acceso de los trabajadores humanitarios a quienes necesitan su ayuda, algo que los ataques y la inseguridad no están facilitando. "Como el acceso a servicios básicos y a los mercados también se está viendo afectado, la desnutrición y la inseguridad alimentaria son más elevadas en las zonas afectadas por la violencia", subraya Maketha. Lamentablemente, añade, "las tasas preocupantes de malnutrición puede que incluso empeoren en 2019".

La ONU ha solicitado 100 millones de dólares con los que espera poder ofrecer "ayuda vital" a cerca de 900.000 personas vulnerables este año.