MADRID 30 Dic. (EUROPA PRESS) -
El reloj de la Puerta del Sol, que se convertirá en el mayor punto de interés para todos los españoles mañana a media noche, ultima hoy su puesta a punto con un ensayo general --el penúltimo antes del momento definitivo--, bajo la atenta supervisión de uno de sus relojeros, Jesús López-Terrades, quien se encarga de que la maquinaria funcione en perfectas condiciones "no solamente el día 31, sino todas las semanas del año" para que cuando lleguen los últimos doce segundos de diciembre las campanadas toquen "con la mayor precisión posible".
Y es que las atenciones que recibe el reloj durante todo el año permite afrontar el momento definitivo con una cierta tranquilidad. "Uno es perfectamente consciente de que cuando faltan pocos minutos puede haber un percance y eres consciente de que 40 millones de personas te están mirando y están pendientes de comerse sus uvas, pero como tienes la seguridad de que todo va a ir bien tampoco es tan importante", aseveró.
De hecho, este relojero aseguró en declaraciones a Europa Press Televisión que si los cuidados se mantienen, la maquinaria "seguirá funcionado en perfectas condiciones durante más de "150 años".
El reloj ubicado en la torre de la Casa de Correos, sede del Gobierno regional y construido y regalado por José Rodríguez Conejero en 1866 al "pueblo de Madrid", aseguró que su labor es hacer que los españoles que vean en directo cómo desciende la bola de latón del campanario y "se coman las uvas tranquilamente y sin problemas".
Respecto a la tradición de comer las uvas para celebrar la entrada del año venidero, López-Terrades explicó que a principios del Siglo XX hubo "un exceso de cosecha de uva" que hizo que los productores se pusieran de acuerdo y, "con tal de sacar la cosecha, lanzaron la idea". "Con doce uvas y multiplicado por tanta gente, por lo menos sacarían una buena partida", bromeó.
Una de las peculiaridades de este reloj, según explicó su cuidador, es que su forma es "horizontal", lo que hace más "cómodo" su manejo, y que posee un "segundero", cosa que los relojes de torres "normalmente no tienen". "Esto permite comprobar su precisión al segundo", concluyó.