El artista captura los "óxidos, violetas, grises y verdes" que aparecen, sobre todo, cuando el agua de lluvia moja esta tierra minera
MURCIA, 26 Oct. (EUROPA PRESS) -
El pintor murciano Carlos Pardo ha recreado los paisajes áridos, oxidos y violetas de manganeso de las tierras laguenas y las ramblas calizas de Mazarrón en una colección cuyos cuadros más representativos se encuentran expuestos en la galería de arte Cuadros López, en la calle San Pedro de Murcia.
El título de la colección, 'Ficaria', recuerda el nombre de la colonia romana que se estableció en las costas de Mazarrón en el siglo IV d.C, y que significaba 'tierra de higueras', del latín 'ficus carica', según ha explicado el propio autor a Europa Press. Se trata de una tierra que el artista conoce bien, ha recorrido en innumerables ocasiones desde su infancia y vivido allí muchos años.
El amarillo real, el rosa Nápoles, una paleta baja de violetas o todo un abanico de grises y verdeazulados conforman el arsenal con el que Pardo ha retratado la herrumbre de estos parajes mineros, la parca vegetación y la proximidad del mar. Paisajes capturados en arpillera o en lienzo que siempre van con este pintor y que forman parte de su persona.
"Son paisajes que tengo metidos en la cabeza a cincel y martillo", subraya el artista, quien se siente todavía muy interesado en esta temática porque tiene aún "mucha plasticidad", a pesar de que ha sido un asunto tratado por los pintores de esta tierra.
La zona, rememora, está habitada desde el neolítico, por lo que se trata de una tierra "muy trabajada, removida y excavada". Las escarpadas costeras y ramblas mazarroneras encierran "mucha historia y riqueza" derivada de un deterioro humano que, ahora, Pardo ha trasladado a sus pinturas.
Son imágenes nubladas y plúmbeas que dejan entrever los "óxidos, violetas, grises y verdes" que salen a relucir, sobre todo, cuando el agua de lluvia moja la tierra. Además, matiza que todos los cuadros están dominados de una forma discreta por la "luz violácea mediterránea típica del mes de octubre" Asimismo, el artista ha reflejado los tonos "ceniza y apagados" propios del verano.
Técnicamente, todas las obras respetan la existencia de varios planos, lejanias y cielo, a modo de punto de fuga, aunque varían en el planteamiento pictórico, con tratamientos diferentes en la sombra, como en los planos de luz o la paleta de colores.
Los cuadros de la colección evolucionan desde las pinturas en las que predomina una mayor veracidad del paisaje hasta aquellos en los que el pintor arriesga en su planteamiento y la carga pictórica "supera el realismo", según reconoce el propio autor. Las pinturas tienden, en general, "hacia el expresionismo".
Hasta en las telas menos realistas, el paisaje no se desvanece y se insinúa en los trazos pictóricos. El expresionismo prevalece gracias a la sensación de los colores o la fusión de los planos. "A veces me interesa mucho más dar una buena pincelada que el hecho de que aparezcan los elementos bien delimitados", aclara el pintor.
El autor ha experimentado en esta colección con el color, el grosor de los trazos y la textura de las telas, empleando una gran labor diaria de taller. Pardo ha trabajado 'in situ' en las sierras mineras, desplazándose a pintar en las ramblas de Mazarrón elaborando bocetos del natural que posteriormente, rehace y reinventa. En otras ocasiones, afirma, los inventa directamente.
El pintor refleja en los cuadros toda la experiencia que acumula como resultado de los años vividos en el campo de Mazarrón. "Lo tengo ya en la cabeza y puedo permitirme ciertos lujos", agrega. No obstante, advierte de la peligrosidad de trabajar con paisajes que son inventados, porque representan un terreno "resbaladizo" que hay que estructurar poco a poco.
Pardo explica que los colores y trazos de su obra "están muy compensados", incluso en aquellos cuadros más expresionistas que son "pura sensación cristalográfica de un paisaje". En todos ellos ha formulado "preguntas pictóricas que obtienen su correspondiente respuesta". "Si el cuadro no obtiene respuesta, no funciona", afirma tajante el pintor, cuya obra está presidida por un orden y una simetría matemática.
Impregna a sus cuadros de "armonía", pero advierte que también "tiene que haber disonancias". Estas disonancias, precisa, tienen que estar "bien colocadas y con toda la intención del mundo", de forma que creen a su vez armonía y funcionen con el resto del cuadro.
Respecto a su futuro, Pardo ha reconocido que ahora mismo está pintando figuras, y también tiene varios encargos de retratos.