MADRID 20 Abr. (OTR/PRESS) -
De pronto me doy cuenta que, por mis signos externos, al parecer soy un señor de la derecha extrema, un fascista, un antipatriota y no sé cuántas cosas más. Ay si mi padre -que era más de derechas que San Isidro- levantara la cabeza* con los disgustos que se llevó por mi culpa y con la de veces que se preguntó cómo era posible que yo hubiera salido "así".
Pues tranquilo, padre porque al final entre unos y otros me han sacado la careta y ha aparecido el verdadero facha que es tu hijo, ese que por no ser, ni fue "flecha" de niño ni perteneció jamás a OJE; y dejo ahí la historia de mi vida porque no vengo aquí a justificarme. Creo que la única verdad es la que te enfrenta contigo mismo y todo lo que pase de ahí son absurdos deseos de que los demás te bendigan.
Pero soy facha porque según Maria Antonia Iglesias en "La noria": "ahí están los falsos independientes que son todos unos fascistas". Yo siempre había pensado que la máxima aspiración que podía tener en la vida era mantenerme independiente que no es lo mismo que carente de ideas y principios sino, más bien, en una posición permanentemente crítica, para bien y para mal, del mundo que me rodea. Esa necesidad personal de independencia se hizo aun más fuerte, y si se me permite hasta obligatoria, en el momento que elegí esta profesión y tuve la oportunidad, y por tanto la responsabilidad, de opinar públicamente y de que mi opinión, acertada o no, llegara a una parte de la sociedad. Este convencimiento y mantenerlo a lo largo de más de cuarenta años, ha tenido, lógicamente, un coste que se ha hecho más patente desde hace ya tiempo, desde que el periodismo en España, con excepciones, se ha convertido es un periodismo de trinchera. Defender esa independencia ya se ve que hoy no se cotiza: o eres directamente un fascista o te conviertes en sospechoso de unos y de otros.
Así que, por independiente, soy fascista. Pero si a esto le añadimos que creer firmemente que todos estamos sujetos a la Ley y que si un Tribunal -al margen de quien presente la acusación- ve la posibilidad de un delito tiene la obligación de admitir a trámite la querella y ya se verá en su momento si el acusado es culpable o inocente, te hace cómplice de una persecución política contra el juez Garzón, me convierte en, además de fascista, conspirador que trata de cargarse a Garzón, simpatizante de esa aberración que fueron los Tribunales de Orden Público del franquismo, dinamitador de la democracia y un tipo que se posiciona del lado de un partido como Falange. Pues vale.
¿Qué no te gusta o no crees o no te parece que el Gobierno esté acertando en la salida de la crisis? Pues eres del PP con grandes posibilidades incluso de tener algo que ver con la trama Gürtel. Y además antipatriota. Pues sigue valiendo.
¿Pero tan difícil es admitir que algunos -quizás más de los que parece- podemos encontrar aciertos y errores en uno y otro bando? ¿Tan difícil es aceptar nadie está en posesión de la verdad absoluta y que la búsqueda de esa verdad te puede colocar en una cosas con unos y en otras con otro? ¿Tanto le deben tantos a tan pocos que se condena sin más a los que queremos vivir libres de hipotecas ideológicas partidistas o empresariales y tan solo conformes a nuestros propios principios? No sólo no es justa esta condena; además es triste y poco alentadora.