MADRID 13 Jul. (OTR/PRESS) -
Después de un mes de Julio envuelto en la tradicional niebla bilbaína, ayer jueves se dejó ver el sol. Hace quince años tal dia como ayer, fue también un día soleado. Era sábado y a la misma hora en la que se escriben estas líneas, la Plaza de Moyúa, pleno centro de la capital vizcaína, estaba vacía. Ni un alma. El silencio pesaba como plomo.
A 40 minutos en coche, los terroristas ya habían sacado a Miguel Ángel Blanco de la particular y cruel cárcel en la que le habían tenido atado y custodiado durante dos días terribles. Con los ojos tapados, los terroristas le llevaron a pie a un lugar próximo. Un pequeño descampado rodeado de árboles. Allí, le arrodillaron y con las manos atadas a la espalda y sin mirarle de frente le dispararon dos tiros que lejos de causarle la muerte fulminante, le propiciaron una agonía de muy escasas horas. La autopsia confirmaría, entre otros detalles, que la víctima tenia la cara quemada por sus propias y constantes lágrimas.
Es difícil imaginar más crueldad. ¿Cómo se puede soportar, sin una pizca de compasión, la visión de un ser humano aterido de pánico y envuelto en lágrimas?. ¿Qué tiene que ocurrir en el interior de un hombre o de una mujer para que, sin pestañear, asesinar a un joven atado y humillado?. ¿Qué grado de maldad y de odio tiene que anidar en el supuesto corazón de quienes así son capaces de actuar?.
Para quienes vivimos en primera fila aquellos terribles días de julio, hoy puede más el recuerdo de lo que fue más que un asesinato que la crisis y los recortes. Puede más el rostro de aquel padre que al darle el pésame, te mira con ojos serenos y encima te acaricia la cara, que los rostros asombrados del Congreso por los recortes de Rajoy.
Han pasado quince años y, afortunadamente, ETA ya no es lo que era. Está ahí, aletargada y trabajando en el debate interno sobre el alto el fuego. Está ahí intentando que se le agradezca que han dejado de matar y ahí está, hablando en su último comunicado, como en otros muchos anteriores, de paz y libertad, de respeto a los derechos de todos. Ellos hablando así. Ellos incapaces de un mínimo de compasión, partidarios de "ejecuciones" sumarísimas, carceleros tranquilos de personas como Javier de Ybarra -también vilmente asesinado después de un penoso secuestro- Ortega Lara o el ingeniero Ryan, ellos dando recetas de democracia pretendiendo que ,además, sean otros quienes den pasos.
Son tiempos de esperanza, dijo ayer Mari Mar Blanco. Y tiene razón pero la esperanza no está reñida con el recuerdo y el recuerdo no significa ni odio ni venganza. El recuerdo significa tener claro quienes han sido víctimas y quienes verdugos. Diría ETA que esto es poner obstáculos a la paz. ¡Que le vamos a hacer¡. Si a ellos nos les tembló el pulso a la hora de asesinar a muchos no nos tiembla la mano -ya no nos tiembla nada- a la hora de recordar lo obvio.