Actualizado 09/10/2011 14:00

Charo Zarzalejos.- De Valencia a Málaga.

MADRID 9 Oct. (OTR/PRESS) -

La cita en Málaga del PP ha sido un auténtico hervidero. De los mensajes y discursos ya han dado buena cuenta todos los medios de comunicación pero más allá de los mensajes lanzados, de la fugaz pero siempre polémica , presencia de Aznar o de las quinielas sobre posibles ministros, se puede afirmar que la convención del PP ha sido la convención de Mariano Rajoy que sin mover una ceja y muy en su estilo está descubriendo en los últimos tiempos la cantidad de amigos y admiradores que le surgen allí donde menos se lo espera.

Rajoy, al igual que Rubalcaba, tiene ya muchos trienios en esto de la política y sabe por experiencia que no hay dulces derrotas. Él ya ha tenido alguna y por eso, si gana las elecciones como indican todas las encuestas, llegará ya llorado a Moncloa. Será Presidente de Gobierno con la inocencia perdida.

Ha sido la convención de Rajoy y para Rajoy porque después de una larga travesía interna _y externa_ y gracias a una perseverancia y paciencia digna de admiración hoy es ante los suyos ya alguien indiscutible incluso para los que hasta hace apenas unos meses le discutían. Es verdad, que las elecciones no las gana la Oposición, sino que las pierde el Gobierno, pero en el caso que nos ocupa cabe hacer alguna matización. Si Rajoy gana las elecciones será, sin duda, por la derrota del PSOE pero también por su triunfo indiscutible dentro de su propio Partido.

Basta comparar la Convención de Málaga con el Congreso de Valencia. En la capital del Turia faltaba calor incluso cuando se aplaudía y en los pasillos el ambiente era de puntos suspensivos. Rajoy llegó con alguna herida y sabía que aún le esperaba un camino lleno de piedras.

Hoy, cuando el aroma del poder se palpa en el Partido Popular, deberían hacer acto de contrición aquellos que no hace mucho cuestionaban, cuando no despreciaban a Rajoy y hoy le aplauden como si fueran "marianistas" de toda la vida. La expectativa de poder obra milagros de manera que sin mover una ceja se pasa del cuchicheo crítico al más absoluto de los entusiasmos. Málaga ha sido posible pese a ellos . Así es la política. Miren a Zapatero. Aclamado durante mucho tiempo y hoy casi escondido por los suyos propios.

Rajoy ha llegado a Málaga y se va de Málaga con el camino interno ya recorrido y después de haber sorteado piedras y pedruscos. Ya no hay puntos suspensivos, sino auténtica algarabía y quienes en Valencia no se acercaban demasiado por si acaso, en Málaga se han pegado por estar más cerca del líder que nadie, un líder que en los últimos tiempos tiene un gesto una pizca circunspecto porque es consciente de la que se le viene encima si finalmente come el turrón en Moncloa.

Ahora le queda recorrer ese otro camino que en realidad es ya el último tramo de su último intento. Todo apunta a que el balcón de Génova el 20N se va a quedar pequeño porque ya en Málaga no cabía un alfiler. Es de justicia que , sean cuales sean los resultados electorales, el Partido Popular reconozca sin paliativos la perseverancia de Rajoy. Un solo gesto de cansancio por su parte hubiera dado al traste con las expectativas de triunfo que hoy se palpa en el Partido Popular.

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