MADRID 20 Nov. (OTR/PRESS) -
Esta semana los periódicos han publicado una foto terrible, espeluznante de esas que hacen mover las conciencias. Se trata de una calle de Haití en la que una mujer pequeña, enferma y completamente desnuda aparece tirada en el suelo, agonizando, ante la indiferencia de todos los que pasan a su lado y el comentario horrorizado de ¡ cólera! ¡ cólera ¡.
El horror está en Haití bajo todas las formas posibles e imaginables. A las imágenes desoladoras de una ciudad fantasma- tras las primeras horas del devastador terremoto que destruyó el país en enero pasado- se han ido sumando día a día las escenas de dolor y desesperación. Inmediatamente aquello se convirtió en un lugar donde reinaba el pillaje y el caos y ahora el cólera está haciendo estragos. A la capital llegan docenas, cientos, miles de ancianos hombres, mujeres y niños para recibir atención medica y es muy común ver a personas agonizando abandonadas a su suerte en la vía publica.
Ya hay más de mil fallecidos por la enfermedad que se suman a los 250.000 que fueron enterrados en fosas comunes, tras el terremoto, la epidemia avanza incluso hacia otros países. En los hospitales se han hecho agujeros en los camastros para que los enfermos que no pueden contener las diarreas evacuen directamente en un cubo que han puesto debajo y en las calles el pánico se mezcla con la ira. La epidemia, según nos cuentan los corresponsales, no solo ha asustado a los haitianos sino que los ha sublevado contra las Naciones Unidas porque en su necesidad de culpar a alguien de su desgracia, creen que el cólera ha procedido de los cascos azules destinados en la zona. Sea como fuere lo cierto es que la gran cantidad de ayuda internacional que ha recibido el país o se ha canalizado mal o alguien se la queda en el camino o algo falla estrepitosamente. Recientemente Bill Clinton, que ha viajado muchas veces a la zona en calidad de enviado especial de Naciones Unidas, ha advertido del peligro de perpetuar una relación caritativa que alimenta la dependencia pero no fomenta resultados tangibles. De hecho muchas de las instalaciones que montan las organizaciones humanitarias acaban en el abandono, por falta de mantenimiento cuando cumplen sus misiones y a diario llegan cargamentos de comida y ropa que terminan compitiendo con los productos que se venden en los mercados, o cual debería hacer encender todas las alarmas.
Algo falla cuando las personas mueren como perros tirados en las calles y nadie se les acerca por miedo al contagio, aun sabiendo como saben que casi todos los que consiguen tener atención medica se salvan. En Haití reina el caos, y la comunidad internacional no está a la altura, porque no se trata solo de enviar ayuda económica sino de poner los medios necesarios para que Haití doscientos años después de su emancipación pueda ser una nación viable. La mayoría de los haitianos sobreviven con una media de dos dólares diarios y este año espera que su economía se reduzca en un 9 por ciento, con lo cual hay pocos motivos para la esperanza y mucho para la desesperación.. Haití agoniza enferma de cólera y a estas alturas eso debería mover conciencias `pero no es así.