Actualizado 30/10/2010 14:00

Fermín Bocos.- Hombre honrado, causa equivocada.

MADRID 30 Oct. (OTR/PRESS) -

Hay personas cuya estatura moral aplazan el juicio histórico sobre su ideología política. Es el caso de Marcelino Camacho, hombre clave tanto del sindicalismo como de la Transición política española. Los muchos años pasados en la cárcel por defender las libertades, su austeridad personal y su coherencia política de alguna manera sirvieron para forjar el paradigma del dirigente comunista capaz de sacrificar su bienestar personal en aras de un ideal colectivo.

Camacho se sacrificó para defender en España libertades que el sistema político nacido de la ideología que defendía -el comunismo- negaba en los países en los que había triunfado. Esa fue la gran contradicción de su vida. Él, y, como él, otros dirigentes comunistas, como Simón Sánchez Montero o Miguel Núñez, resistieron torturas y largos años de prisión en las cárceles franquistas en aras de un ideal que allí dónde había triunfado -la URRS, China, Cuba o los países del Este de Europa- cercenaba todas las libertades.

Eran santos laicos de una ideología política que si bien con el eurocomunismo (Berlinguer, Carrillo, etc.) ya había entrado en fase revisionista no fue hasta la caída del Muro y el posterior hundimiento de la Unión Soviética cuando parte de sus propios defensores acabaron reconociendo su trágica impostura de fondo.

Marcelino Camacho fue un hombre coherente y, en términos históricos, su sacrificio personal le redime de la culpa inherente a una ideología que en España nunca triunfó, pero que allí donde consiguió hacerse con el poder fue la matriz política que alumbró estados totalitarios en los que millones de personas fueron inmoladas en aras de un ideal colectivo que nunca pasó de las proclamas oficiales.

Descanse en paz el hombre honrado, austero y luchador, entregado a una causa que equivocó el camino y que allí donde triunfó dejó de ser un sueño para convertirse en pesadilla.