MADRID 8 Dic. (OTR/PRESS) -
Sendos anuncios de ERE han puesto en pie de guerra a los trabajadores de Iberia y a los de Paradores. En el caso de Iberia, donde se anuncian paros y huelgas coincidiendo con las fechas navideñas, lo que estaría en juego, según los sindicatos, es el futuro de la compañía española de bandera -según ellos- condenada a medio plazo tras los acuerdos firmados con la británica BEA a volar en la segunda división, la de las aerolíneas "low cost".
Desde la dirección de Iberia niegan la mayor y hablan de un proceso para optimizar costes al tiempo que recuerda que la empresa pierde alrededor de un millón de euros al día; también aseguran que no tiene intención de ceder a BEA los vuelos que unen Barajas con las grandes capitales americanas. ¿Quién tiene razón? Antes de dejar que sea el tiempo quien ponga a cada uno en su sitio y antes de ir a la huelga y al choque de trenes, lo sensato sería negociar algún tipo de acuerdo.
Para millones de españoles, a la hora de viajar en avión, Iberia siempre ha sido una garantía y una tranquilidad. Ignoro si la solución para lograr el equilibrio presupuestario pasa por reducir de manera drástica la plantilla (se habla de prescindir de uno de cada cuatro empleados), o si habría que explorar otras soluciones. Lo que sí se puede afirmar sin temor a errar es que la "marca" Iberia es consustancial a la "marca" España y, por ese registro de vasos comunicantes, la suerte de la compañía nos afecta un poco a todos los españoles. Y no sólo como clientes. De ahí la preocupación por el desenlace del conflicto que se anuncia.
Otro tanto sucede con Paradores, la red de hoteles instalados en edificios históricos singulares que también está estos días sometida al proceso traumático de una posible reducción de plantilla.
Los tiempos cambian y con ellos la filosofía con la que se encaran los negocios. Siendo legítima la aspiración de todo empresario o accionista a obtener beneficios, quienes las dirigen también deberían tener en cuenta que el caso que nos ocupa se trata de dos empresas singulares en las que una parte de su valor reside en el factor sentimental que hace que los usuarios de Iberia o los clientes de Paradores elijan estas compañías en la idea de que son las "nuestras". Salvarlas, intentando preservar su naturaleza y en la medida de lo razonble, salvar también las plantillas, debería ser un objetivo por encima de los estrictos cálculos empresariales.