MADRID 6 Sep. (OTR/PRESS) -
He escuchado a algunos amigos andaluces, varios de ellos colocados más bien en el lado ideológico de la izquierda, hablar de 'susanismo'. Se refieren, claro, a la manera como alguien tan completamente 'del aparato' como doña Susana Díaz ha sido promovida por su antecesor nada menos que a la presidencia de la Junta, tras una apariencia de elecciones primarias que no lo fueron. Es, a mi juicio, un triunfo más de esa partitocracia que permite sobrevivir a Javier Arenas en el PP, a Gaspar Zarrías en el PSOE o mantener el escaño de diputado -por aquello del aforamiento- al ya ex directivo del PSC José Zaragoza, presunto instigador del espionaje de Método 3 sobre Alicia Sánchez Camacho. Una partitocracia que permite que el hijo de Pujol siga sin ser molestado a pesar de tantas evidencias, o...
Es la hora de ensayar nuevas formas de gobernar a los españoles. Ni trato privilegiado ante los tribunales para los aforados, ni administrar silencios como si las explicaciones públicas no fueran obligadas. Y menos aún seguir tratando a los ciudadanos -que son contribuyentes y electores- como menores de edad a los que hay que contar solamente lo que, por su bien, deban saber. Que Susana Díaz se erija como presidenta de la Comunidad mayor de España podría resultar impecable... si no fuera porque en su partido deberían darse elecciones primarias antes de subir el peldaño, y aquí, gentes de la valía del consejero Luis Planas han quedado en la cuneta por un quítame allá unos avales. Nada tengo contra la neopresidenta, si no es su fama de 'killer' en las estructuras del PSOE andaluz y su escasa preparación fuera de esas estructuras partidarias, carencia que comparte, por cierto, con tantos de sus 'colegas' en todo el espectro político. Creo que Andalucía merece una representación algo más señera, y lo mismo diría yo de algunas otras autonomías. ¿O se han acabado ya los políticos de poso y peso, y hemos entrado definitivamente en la era del 'susanismo', del 'arenismo', del 'zaragocismo'? Pues que Dios nos pille confesados, porque los que nos administran la penitencia son ellos, los arriba citados.