MADRID 10 Dic. (OTR/PRESS) -
Este viernes se cumplen sesenta y dos años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y como si nada. Lo decía en su impresionante discurso al recoger el Nobel Mario Vargas Llosa: "Es lamentable que los gobiernos democráticos, en vez de dar el ejemplo solidarizándose con las Damas de Blanco en Cuba, los resistentes venezolanos, o Aung San Suu Kyi y Liu Xiabo, que se enfrentan con temeridad a las dictaduras que sufren, se muestren a menudo complacientes no con ellos sino con sus verdugos. Aquellos valientes, luchando por su libertad, luchan por la nuestra". ¿Y por quién luchamos nosotros?
La crisis nos acosa. ¿Qué crisis? Mil cuatrocientos millones de personas sufren pobreza extrema según el último informe de la ONU: viven con menos de un euro al día, exactamente 0,90, porque para ellos hasta diez céntimos son el abismo que les separa de la dignidad. ¿Una sociedad urbana?. Siete de cada diez hambrientos habitan en el medio rural.
Eso es el mundo, tan lejano, tan distante. En España, en nuestras ciudades, el veinte por ciento de los ciudadanos vive bajo el umbral de la miseria. No disponen de un euro al día, es un poco más, y casi ninguno se muere literalmente de hambre, pero son tan parias como los parias del mundo.
En Irán hay decenas de abogados encarcelados por defender a personas como Sakineh Asthianí, la mujer condenada a morir lapidada, a la que la presión internacional ha conseguido que le cambien la condena: morirá en la horca, qué tranquilidad. Abogados, mujeres, menores, miembros de minorías religiosas encarcelados sin un juicio justo, torturados, perseguidos. Y la noticia en los medios es que Irán avanza en su plan nuclear.
En el antiguo Sahara español, Marruecos sigue haciendo lo que quiere, como quiere, cuando quiere y la comunidad internacional, nuestro Gobierno, todos los Gobiernos siguen considerándole un "fiel aliado".
Desde hace dos siglos, las comunidades indígenas de América Latina siguen siendo invisibles. Lo decía también Vargas Llosa, "al independizarse de España, quienes asumieron el poder en las antiguas colonias, en lugar de redimir al indio y hacerle justicia por los antiguos agravios, siguieron explotándole con tanta codicia y ferocidad como los conquistadores y, en algunos países, diezmándolos y exterminándolos. Desde hace dos siglos, la emancipación de los indígenas es una responsabilidad exclusivamente nuestra y la hemos incumplido* No hay una sola excepción a este oprobio y vergüenza".
En las cárceles de Chile, pero mañana podría pasar en otras mucho más cercanas, el hacinamiento de los presos provoca una pelea, un incendio y la muerte de más de ochenta reclusos. Sólo queremos encerrarlos. Cuantos más mejor. No nos interesa rehabilitar a nadie.
Sesenta y dos años después, la humanidad sigue teniendo pendientes algunas asignaturas fundamentales. Sin aprobarlas, no podemos pasar de curso.