Actualizado 10/07/2013 14:00

Francisco Muro de Iscar.- Ética y corrupción en España.

MADRID 10 Jul. (OTR/PRESS) -

Transparencia Internacional ha presentado su Barómetro Global sobre la Corrupción en 2013 que, no es una sorpresa, deja a los partidos políticos en el nivel más alto de la corrupción (4,4 sobre 5), seguidos del Parlamento (3,9), el sistema judicial (3,5), los funcionarios públicos (3,3), las empresas privadas (3,3) los medios de comunicación (3,2), la policía, los organismos religiosos (3,1) y, ya por debajo del 2,6 el ejército, las ONGs, el sistema de salud y el sistema educativo. ¿Por cierto, dónde están los sindicatos?

En la mayor parte de los casos ha sido la soberbia, el distanciamiento de los ciudadanos, la impunidad, el descontrol y la aceptación de la golfería dentro de cada una de esas organizaciones lo que ha llevado a los ciudadanos a ser absolutamente críticos con ellas. También, sin duda alguna, la pérdida de valores esenciales que delimitaban antes de forma más clara la línea entre el bien y el mal. Corrupción ha habido siempre, pero todos sabíamos que era una conducta reprochable. Durante algún tiempo los corruptos han sido venerados. El relativismo generalizado, el falso respeto hacia todas las ideas, el desentendimiento de cada ciudadano con la gobernanza de los asuntos públicos nos ha llevado a esto. Un pequeño grupo de "políticos" se ha hecho con todo el poder, desde la política hasta la judicatura, pasando por la economía o los sindicatos, lo administran a su interés y ni siquiera se rinden cuentas a sí mismos. Pero eso sólo se ha producido por el abandono voluntario de ese territorio por parte de la mal llamada sociedad civil. Hemos dejado todo el campo a unos pocos, que se han quedado con todo y han eliminado, siguen tratando de hacerlo, las pocas voces independientes -asociaciones culturales o de vecinos, colectivos profesionales, culturales, etc.- que pueden disputarles el territorio. Esta sociedad adormecida es responsable de conformarse con votar cada cuatro años. Y esta juventud domesticada, excesivamente acomodada, sostenida por sus mayores, no es capaz ni siquiera de emprender una pequeña y tímida revolución. ¿Qué fue del 15-M, de todo esa eclosión de la protesta ciudadana? No queda nada. Los políticos saben que todas las plazas son suyas.

Los mismos que denuncian la corrupción están convencidos de su limpieza de corazón. Sólo el 2 por ciento de los españoles reconoce haber pagado algún soborno en los últimos 12 meses. ¿Sobornos grandes o pequeñas corruptelas? Porque eso casa mal con un 73 por ciento que ve "importantísimo" tener contactos personales para resolver sus problemas. Me da la sensación de que hay mucho cinismo en nuestros comportamientos públicos y privados y mucha pequeña corrupción en ellos. IVAs no pagados, dineros escamoteados a Hacienda, pequeñas trampas "sin importancia". Pequeñas, me temo, porque no hemos tenido la tentación de ver pasar cerca de nuestras manos grandes cantidades. Pero, sobre todo, no hemos tenido la voluntad firme de denunciar los comportamientos corruptos ni de expulsar a los corruptos de la vida pública. Muchos les siguen votando.